viernes, 27 de junio de 2014

"Tierra muerta: Génesis" - Capítulo 14


Yolki trataba de esquivar la mayor parte de los ataques de aquel mutante asesino, pero recibía algún golpe que otro. No conseguía hacerle gran daño ni tampoco darle esquinazo. De repente se escuchó un gran estruendo que hizo asustarse al agente especial y al girarse vio cómo una gigantesca llamarada emergía de entre las casas del pueblo. Debido a que bajó la guardia Vanessa rodeó con uno de sus tentáculos el cuello del joven y lo empezó a estrangular. Yolki se revolvía como podía para intentar escapar de aquella asfixia, pero de repente un fuerte disparo impactó en la cabeza del monstruo, lo que hizo que éste dejase de apretar y lanzase al agente contra el muro de una casa y se dirigiese a atacar a Noah.
—Muérete, hija de puta. — Dijo el muchacho mientras volvía a disparar a la bestia.
—Noah... ¿Qué haces? — Preguntó el otro tras reponerse del fuerte golpe.
—Salvarte la vida. — Rememoró las palabras del otro volviendo a disparar.
—¡Huye! ¡No hay tiempo! — Vanessa lanzó una ofensiva con su tentáculo perforador contra el muchacho y éste lo esquivó, dando el ataque en un contador de electricidad de una casa. La bestia comenzó a sufrir una fuerte descarga. Ambos vieron la reacción del mutante y se dieron cuenta de que esa podría ser una de sus debilidades, pero no tenían tiempo para ponerse a buscar cosas con lo que electrocutarla. Noah se acercó a Yolki y le ayudó a reincorporarse por completo.
—Tenemos que irnos ahora que está aturdida. — Dijo el chico.
—Buen trabajo, aunque haya sido de suerte. — Bromeó Yolki sacudiéndole amistosamente la cabeza.
Vanessa no tardó mucho en estabilizarse y con gran furia salió corriendo tras ellos. Por fin consiguieron llegar al coche, no tuvieron muchos problemas porque todos los zombis del camino habían volado por los aires debido a la explosión provocada por Linda. Allí esperaban Perla y Mimí. Las chicas montaron en los asientos de atrás y los chicos en la parte de delante. Noah arrancó y se puso en marcha, pero algo les frenaba. Miró por el espejo retrovisor y vio que Vanessa había atrapado al vehículo por la parte de detrás con uno de sus tentáculos y con el otro lanzó un ataque que atravesó desde el cristal trasero hasta el delantero, sin conseguir herir a nadie.
—Esto tiene que acabar ya, no nos queda ni un minuto. — Dijo Yolki mientras rebuscaba en la bolsa de las armas. Sacó un táser, un arma de electrochoque, y atacó al apéndice que había penetrado en el coche, lo que hizo que el mutante lo sacase de allí. — Noah, en cuanto baje acelera como si no hubiera mañana.
—¿Estás diciendo que te dejemos tirado? — Le preguntó el chico alterado.
—No te preocupes, estaré bien, no tenéis tiempo, acelera o moriremos todos. — Le dijo mientras le daba un fuerte abrazo. Tras esto bajó del coche y el chico comenzó a acelerar. Yolki se dirigió a la parte trasera y de repente comenzaron las explosiones por todas partes. Se apresuró y dio otra descarga la extremidad que hacía que el coche no se desplazarse. Vanessa retiró sus la que sujetaba el automóvil y la que lo había atravesado y permitió al coche avanzar. Todo comenzaba a venirse encima, un montón de casas comenzaban a estallar. Las montañas de piedra comenzaban a derrumbarse y a sepultar el pueblo con enromes peñascos. Noah condujo con toda la destreza que podía evitando las rocas que caían. Miró por el espejo retrovisor y vio cómo Yolki se despedía con una sonrisa y un saludo militar. Acto seguido fue atravesado por Vanessa y después ambos fueron engullidos por bolas de fuego y enterrados por un montón de rocas.
El silencio imperaba en el coche, Noah conducía por la carretera entre el monte y el bosque.
—Noah, creo que deberíamos descansar. ¿Te acuerdas del sitio secreto que teníamos los niños del pueblo? — Propuso Perla.
—Sí, ¿por?
—Podemos pasar la noche allí resguardados. Tiene una puerta pesada, si queda algún infectado por aquí no podrá pasar y podremos descansar algo. No es bueno que conduzcas largas distancias después de todo esto.
—Tienes razón. Supuestamente todo esto ya ha acabado. Descansaremos, pero a primera hora de la mañana continuaremos la marcha. — El coche se adentró un poco dentro del bosque y paró al lado de un tráiler que volcó años atrás y que aún seguía ahí. Los muchachos del pueblo lo usaban como club secreto en sus tardes de vacaciones. Noah abrió la parte trasera del remolque y se refugiaron allí. Se tumbaron en el suelo e intentaron conciliar el sueño, pero Perla comenzó a escribir.
—¿Qué haces? — Preguntó el chico.
—Silencio, no hables tan alto o despertarás a la niña. Estoy completando lo que Edurne hubiese querido que se escribiese. He pensado en dejar toda la documentación aquí, casi nadie conoce la existencia de este lugar y creo que ahora mismo sólo la conocemos tú y yo. Cuando estemos seguros de que esto haya acabado volveremos a por estas cosas y lo destaparemos todo. Haremos justicia.
—Lo veo bien... Bueno... Se me cierran los ojos... — Bostezó. — Buenas noches.
—Buenas noches.
Los pájaros comenzaron a cantar cerca de las seis de la mañana y esto hizo que el joven se levantase y despertase a las otras dos chicas. Montaron en el coche y se pusieron en camino para poder coger la carretera comarcal principal. Todo parecía tranquilo, era como si de un mal sueño hubieran despertado, estaban relajados. De repente algo se cruzó en medio de la carretera y lo atropellaron mandándolo varios metros hacia delante y Noah frenó el coche en seco.
—¡Dios mío! ¿¡Qué ha sido eso!? — Preguntó Perla mientras tranquilizaba a Mimí.
—Perla, cuando te de dos golpes acelera. — Le ordenó Noah mientras cogía la bolsa de las armas y salía del coche. Perla pasó a la parte delantera y vio cómo el chico subía al techo del vehículo. La chica escuchó los dos golpes y aceleró con fuerza. Noah se agarró fuerte. Las chicas vieron como aquello se ponía en pie en mitad de la pista. ¡Se trataba del Doctor Sempronius! Su apariencia era más robusta y mutada, parecía que se había convertido en una de sus propias criaturas. Noah comenzó a dispararle con una ametralladora mientras se acercaban a gran velocidad. Cuando Perla lo arroyó, Sempronius comenzó a rodar por la luna del coche subiendo hacia el tejado. Allí Noah lo agarró con fuerza para que no cayera tras ellos y le introdujo una granada en la boca a la bestia aún aturdida por el golpe. Tras esto se agarró con una mano a una puerta del coche e hizo fuerza con una pierna para lanzar por encima de él al Doctor y hacer que quedase tras ellos. Noah se metió en los asientos traseros por la ventanilla y se giró y se aseguró de ver cómo aquel engendro salía volando por los aires. Perla frenó conmocionada por lo que había sucedido y porque tampoco podía conducir mucho más debido al golpe que se dio en la pierna la noche anterior. El chico volvió a tomar el volante y las chicas se colocaron en el asiento del copiloto y éste inició de nuevo la marcha. Vieron uno de sus coches estampado al lado de la carretera, Perla tapó los ojos de la chica y los dos mayores miraron y vieron el cadáver de Paula con un puñal clavado en la frente.
—¡Joder! ¿¡Cuándo ha pasado eso!? — Preguntó Perla.
—Ni idea... — Contestó el chico.
Casi al llegar al desvío que permitía el acceso a una carretera más importante el chico redujo la marcha del coche. Los tres se quedaron mirando a lo que tenían ante los ojos. Había una gran barrera desplegada formada por vehículos militares y un montón de ellos apuntando hacia el vehículo. Se adelantó el que parecía estar al mando de la operación y ordenó que se mantuviesen. Miró con más atención a lo que había dentro del automóvil y vio a los tres jóvenes. Sonrió y puso la mano en alto y se giro de nuevo para dirigirse hacia los vehículos. Parecía que el Gobierno se había enterado de los sucesos y habían ido en su ayuda. Cuando llegó a la altura de sus filas, el hombre bajó la mano y los militares comenzaron a abrir fuego contra el coche en el que se encontraban Mimí, Perla y Noah.

*****

—Vaya, vaya, vaya... — Helena se acercó a los restos del Doctor Sempronius. — Así que te has esforzado tanto para acabar así... — Dijo mientras cogía el trozo de bata donde estaba su tarjeta de identificación y la observaba. Se volvió a agachar y tomó un trozo de carne de él. — Me pregunto qué pasará ahora. — Continuó hablando sola mientras se llevaba el pedazo de carne a la boca.



© ESTRADA MARTÍNEZ, J.J. 2014

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