sábado, 30 de noviembre de 2013

"Tierra muerta: Génesis" - Capítulo 3



Noah, Perla y Linda había conseguido evitar a unos cuantos zombis hasta que llegaron a las puertas de la casa del chico. El grupo se quedó extrañado debido a que nadie de la familia del joven había ido al pueblo, sin embargo la puerta de su casa estaba abierta de par en par. Una de las teorías que les rondaba la cabeza era que la última vez que estuviesen allí alguien de la familia se dejase la puerta sin echar la llave y algún infectado la hubiese abierto.
—Voy a entrar, tomad la tapa y el rastrillo, me molestarán para moverme por dentro. — Dijo entregándoles los útiles mientras también agarraba la escopeta.
—¿Te cubrimos las espaldas? — Preguntó su prima.
—Como veáis, no os quiero obligar a nada.
—Venga, pasa, nosotras vigilaremos que no entre ningún muerto viviente que venga de fuera. — Dijo Perla.
Los tres entraron en la casa y cerraron la puerta. Primero inspeccionaron la planta baja: el recibidor, la cocina y el trastero. No había nada. Perla se quedó en una de las ventanas desde donde se pudiese ver la entrada vigilando que no se acercase ningún zombi a la casa. Linda y Noah subieron al primer piso, el cual era la parte en la que dormía eel muchacho con su familia cuando iban allí a pasar algunos días libres. La registraron y tampoco encontraron nada.
Era hora de subir al segundo piso, donde habían otras habitaciones del mismo modo distribuidas. Esa planta siempre le había dado miedo al muchacho desde que era pequeño y aún le seguía dando escalofríos, por lo que inconscientemente alzó su alerta. Linda se quedó vigilando en el descansillo del primer piso. Poco a poco fue subiendo la escalera que conducía a la parte de arriba del edificio. Con la punta del arma abrió la puerta que se encontraba entornada. Todo estaba oscuro. Entró en el pasillo y dio la luz pero no funcionaba, parece que había sido interrumpido el suministro eléctrico del pueblo. Se dirigió sigilosamente hacia el dormitorio de matrimonio, pues era en el armario donde se encontraba el arma que buscaba. Ya estaba en la puerta, de frente quedaba una pared donde había colgado un cuadro con la cara de Jesucristo que siempre le había puesto los pelos de punta, a pesar de que él también era creyente. A la derecha quedaba el armario a donde quería acceder y a la izquierda el resto del dormitorio. Finalmente entró en la habitación y se puso frente al armario, escuchó un ruido y miró hacia la cama de sus tíos y allí vio, de espaldas a él a un infectado. Lo apuntó con sigilo para que no se diese cuenta de su presencia y cuando estaba a punto de disparar, repentinamente se abrió detrás de él la puerta del armario y otro infectado cayó sobre Noah. En las plantas de abajo se escuchó el ajetreo, pero de repente se oyó un disparo y todo quedó en silencio.
—¿¡Qué ha pasado!? — Preguntó Perla a Linda que acababa de subir del primer piso para saber qué sucedía.
—¡No lo sé! ¡Todo vino de arriba! ¡Subamos! — Contestó Linda.
Acto seguido las dos chicas subieron a la última planta de la casa y desde el acceso al pasillo podían ver de frente la alcoba donde tenía pensado ir Noah, en la cual un infectado se levantaba.
—¡A por él! — Gritó Perla mientras las dos corrían para acabar con él.
Pero de repente se dieron cuenta de que no se levantaba por sus propios medios, sino que era el chico el que lo estaba elevando.
—¡Noah! ¿¡Estás bien!? — Preguntó su prima mientras lo ayudaba a ponerse en pie.
—Sí, gracias a él. — Contestó señalando con la cabeza al otro lado de la habitación.
Ambas chicas miraron en la dirección que éste señalaba y allí vieron a un joven que estaba apuntando con una pistola en dirección al armario.
—Ah… Hola… ¿Y tú quién eres? — Preguntó la amiga.
—El chico bajó el arma y contestó con una sonrisa. — ¡Qué gusto da encontrar seres vivos por aquí! ¡Hola, soy Tony, encantado!
—Encantados nosotros también y yo agradecido por salvarme. Yo soy Noah y ellas son Linda y Perla.
—Mucho gusto. — Dijeron al unísono.
 —Bueno… — Comentó Noah mientras se volteaba al armario. — Yo he venido a por esto… ¡Tachán! — Dijo cogiendo una bolsa alargada. Al abrirla en la oscuridad, cayó en que en su llavero llevaba una linterna pequeña y que la podía haber usado antes. Ya no era tiempo de pensar en eso y la sacó para alumbrar el interior de la bolsa. — A ver si me acuerdo de cómo se montaba. — Habló consigo mismo.
—¿Y quién eres? O sea… No eres del pueblo. — Interrogó Linda.
—Soy guardia civil, recibí una alerta de esta pedanía y vine con una compañera que desgraciadamente…
—Lo sentimos. — Intervino Perla.
 —No pasa nada, ahora toca descubrir lo que está pasando aquí. — Contestó Tony.
—Bueno, esto ya está listo. — Comunicó Noah poniéndose en pie. — Vayamos a la casa de tu tía a por las llaves.
—Está bien… Ojalá aparezca Dana pronto… Y… — Deseó Perla, pero repentinamente la interrumpieron una serie de disparos que rompieron el silencio del pueblo.
—¿Qué habrá sido eso? — Preguntó Linda.
—Disparos, eso por supuesto. Parecía que venían de la parte oeste del pueblo.
—¡Es por donde se va al río! ¡Quizás el pescador haya traído ya a Dana y los niños! —  Exclamó entusiasmada la hermana de la chica mencionada. — ¡Tenemos que ir a la parcela que permite bajar al río, está cerca y puede que ya estén allí!
—No, no iremos.- Se opuso Noah en un tono serio. — Sé que quieres ver ya a tu hermana, pero debemos darnos prisa. Que Linda y Tony, si quiere colaborar, claro, vayan a la parcela y tú acompáñame a casa de tu tía a por las llaves, será mejor que se las pida alguien de más confianza que yo. — explicó.
—¡Colaboraré, chicos! Vosotros conocéis mejor el pueblo que yo y podéis ayudarme en mi investigación.
—Pero…- Dijo Perla pensativa.
—En este caso es lo mejor. Tranquila, yo cuidaré de tu hermana. — Calmó Linda a la chica poniendo sus manos sobre los hombros de ésta.
—Está bien, pero venga, ¡vayamos ya! — Accedió.

*****

El grupo se dividió en dos, Noah y Perla fueron a por las llaves que les permitiría abrir la iglesia y el bar, y Linda y Tony fueron a la parcela a recibir y guiar a Dana y los niños.
La pareja de mayor edad no tardó en llegar a su destino consiguiendo evitar a algunos zombis y se quedaron escondidos detrás de unos coches desde donde los infectados no les pudiesen detectar con facilidad y también donde se les permitiera observar bien la llegada de gente que subiese del río.
—¿Crees que lo habrán conseguido? — Preguntó la chica.
—No lo sé, no conozco la destreza de esa chica a la que esperáis ni sé la magnitud de infectados que pueden andar por ahí sueltos. — Respondió el guardia civil.
—Tienes razón, ha sido una pregunta un poco tonta.
—¿Has perdido a muchos?
—Sí… A todos… Aunque bueno, doy gracias de que mi primo segundo, Noah, esté aquí. Aunque no sea familia directa pone una gota blanca en este mar negro.
—Lo siento…
Linda le contestó con una sonrisa haciendo ver que era lo que tenía que asumir y que no podía hacer más. Tras esta breve conversación se comenzaron a escuchar pasos que procedían del camino del río. Tony alzó la guardia y colocó sus manos sobre la pistola mientras ambos se asomaban para esperar si sería el grupo que esperaban o una manada de muertos vivientes. Enseguida comenzaron a ver aparecer niños sin mostrar signos de zombificación y salieron de su escondite.
—¡Hey, chicos, aquí! — Los llamó Linda susurrando lo suficientemente alto para que la escuchasen.
Los niños se giraron hacia ella y acudieron detrás de los coches. Tony vio aparecer a Sergei, al cual le llamó a que acudiese allí con un gesto de la mano. Después se volvió a hablar con Linda.
—¿Era un chico lo que teníamos que esperar?
—No, ¿por? — Contestó la chica alzándose para ver si se trataba de Dana. Reconoció a Sergei, pues lo conocía desde que éste era un bebé y lo abrazó al alegrarse de verle. — ¿Qué tal estás? ¿Al final has ido tú sólo con el grupo de niños hacia el sur? ¿Sabes algo de Dana? — fusiló al joven con preguntas.
—Eh… Dana… ¿Dana aún no ha llegado?
—No hemos visto a nadie.- Informó Tony.
—Mierda…
—¿Qué pasa Sergei? — Quiso saber Linda con cara de preocupación.
—Pues… Cuando Dana decidió escapar con los niños ofreciéndose como protectora yo decidí ayudarla y bajamos al río. Allí…
—¿Y el pescador? ¿Dónde está? — Preguntó de nuevo interrumpiéndolo.
—No sé nada de ningún pescador... — Contestó apresuradamente.
—Quizás haya caído. — Supuso Tony.
—Sí… Y, bueno, cuéntame más.
—Pues… Acabamos llegando al río pero con la crecida nos era imposible cruzarlo y seguir adelante, así que decidimos volver.
—¿Y Dana ha…? — Dejó la chica la pregunta en el aire.
—Verás… En la bifurcación de caminos había tres zombis y Dana decidió ofrecerse de cebo para distraerles y así pasasen los niños a salvo de infectados. Se fue por un atajo que era más complicado que los niños pasasen y desde ahí ya no sé nada de ella. Se suponía que ya tenía que estar aquí, pero lo más probable es que no lo haya conseguido…
Linda se llevó la mano a la boca conmocionada por la noticia y pensó en el desconsuelo de la pobre Perla que sufriría al enterarse de la noticia.
—Linda, tenemos que irnos. — Interrumpió el momento el guardia civil.
—Sí… Está bien… Niños, seguidnos, con cuidado.
—¿Y Dana? — Preguntó uno de ellos.
—No lo ha conseguido… — Contestó Sergei.
El grupo caminó cabizbajo siguiendo a Linda para llegar hasta la iglesia donde se encontrarían con Noah y Perla.

*****

La pareja más joven llegó a la casa de la hermana de la abuela de Perla. Allí la chica  llamó a la puerta esperando a que su tía abriese. Pasado un rato no obtuvieron respuesta, pero pudieron ver por una ventana movimiento en el interior. La chica se acercó al vano de la casa y susurró:
—Tía, soy Perla, abre, por favor.
Pasados unos segundos se escuchó cómo alguien abría la puerta desde dentro quitando cerrojos. Al abrirse la puerta ambos pudieron ver a la persona que buscaban.
—¡Hola, tía! ¡Qué alegría que estés bien! — Exclamó ella abrazándola. Noah observó cómo la anciana impasible recibía el abrazo. — ¿Dónde está Lili? Quiero verla.
—Está en su cuarto. — Respondió. — No la molestes, está durmiendo. Todo esto es muy duro y está cansada, ha llorado mucho. — Respondió la anciana. Perla notaba a su tía distante y un tanto hostil con ella. No quería cruzar las miradas con ellos y en seguida se fue a limpiar la encimera de la cocina. — Y bien, ¿a qué habéis venido? —  Preguntó como si la estuviesen molestando.
—Veníamos a ver si podías prestarnos las llaves de la iglesia y del bar, necesitamos reunir a todos los supervivientes del pueblo para colaborar todos unidos. — Le pidió educadamente su sobrina.
—Esperad aquí… — Dijo mientras cruzaba la puerta de la despensa. Mientras, Noah se acercó lo suficiente a Perla para poder susurrarla y que lo oyese sin que la anciana se enterara.
—Oye, ¿no crees que hay algo sospechoso en su comportamiento?
—Sí, pero no sé, quizás esté cansada.
—Deberías subir a ver a tu prima.
—¿No creerás que…?
—Mejor asegurarse. Toma. — Concluyó prestándole la escopeta de perdigones. — Date prisa antes de que regrese tu tía.
—Está bien… — Aceptó yéndose con sigilo hacia las escaleras.
De no ser porque su tía estaba medio sorda los hubiese descubierto por el crujir de los escalones. Perla subía sigilosamente por la oscuridad hasta llegar al piso superior donde se encontraba el cuarto de su prima. La anciana salió de la despensa y observó que el chico estaba solo en la estancia.
—¿Dónde está Perla? ¿No se le habrá ocurrido subir? — Preguntó encabronada. Se acercó más al chico y lo agarró por el cuello de la chaqueta. — ¿Dónde ha ido? — Preguntó con exigencia. Acto seguido lo soltó y subió las escaleras.
La chica tiró del pomo hacia abajo para abrir la puerta y entró a la alcoba de Lili. No parecía haber nadie. Se asomó por la ventana para echar un breve vistazo al panorama en el exterior y en seguida apareció su tía entrando por la puerta.
—¡Te dije que no subieses, maldita maleducada! — La gritó con los ojos desorbitados.
Perla se giró y miró hacia ella al darse cuenta de la presencia de su tía. Lo que no se esperaba era lo que estaba apareciendo de detrás de la puerta, ¡era su prima infectada! Un gruñido alertó a la anciana de la presencia de su nieta a sus espaldas y la zombi se lanzó sobre su abuela con ansia de carne. Perla se quedó paralizada contemplando la escena de cómo su tía estaba siendo devorada por su nieta, escuchando los gritos de dolor y desesperación. Tras dejar bastante mal herida a su abuela, Lili se levantó y se dirigió a atacar a perla.
—¡Eh, tú! — La voz de Noah se escuchó desde el pasillo y la prima de su amiga se giró hacia él. — ¿Tienes hambre? — Dijo irónicamente antes de disparar con la escopeta militar a la boca de la chica. La cabeza estalló bañando todo el cuarto de color rojizo y dejando caer el resto del cuerpo en el suelo, saliendo por el cuello una fuente de sangre. A Perla, del susto de todo lo sucedido, se le cayó la escopeta de las manos y Noah fue hacia ella apoyando su mano sobre el hombro de la chica.
—¿Estás bien? — Preguntó por su estado.
Perla dejó de tener la mirada perdida y la posó sobre los ojos de Noah. Éste vio cómo los ojos de la chica miraron a los suyo y posteriormente detrás de él.
—¡Agáchate! — Le ordenó gritando su amiga.
Noah al instante obedeció y ésta sacó sus dos pequeñas hachas de cortar maderos y con una técnica cruzada le cortó la cabeza a su tía que se había levantado zombificada. El miembro de la anciana comenzó a rodar por el suelo y el cuerpo cayó al suelo del mismo modo que el de su nieta. Noah que ahora permanecía agachado con los ojos cerrados y las manos cubriéndose la cabeza abrió los ojos, se incorporó y miró hacia atrás.
—Vaya, parece que por fin te salió la sangre fría. — Bromeó.
Perla le echó una mirada fulminante debido a que no le hacía gracia que bromease con la muerte de sus familiares.
—Lo siento… — Se disculpó Noah dándose cuenta de su error.
—Déjalo, ya nada importa. — Contestó la chica. Perla se agachó registrando a su tía para coger las llaves que buscaban. Se dio cuenta de que ésta ya había sido mordida con anterioridad debido a que descubrió bajo una venda de su brazo que le faltaba un trozo de carne. Esto explicaría su rápida transformación. Finalmente logró hacerse con lo que buscaba y se levantó.
—Vamos…- Concluyó antes de marchar por la puerta. Noah antes de salir de la estancia, vio que la cabeza de la anciana aún estaba viva. Era una imagen muy bizarra la que tenía ante sus ojos. Suspiró y con la culata de su arma de fuego destrozó lo que quedaba de la tía de Perla. Tras ello, bajó en silencio aún sintiéndose mal por lo que había dicho.


© Estrada Martínez, J. J. 2013

sábado, 16 de noviembre de 2013

"Tierra muerta: Génesis" - Capítulo 2


—¡Por aquí, niños! — Ordenó Dana.
    Dana y Sergei, dos chavales de 17 y 18 años del pueblo habían reunido a los benjamines de la zona para escapar por la rivera del río que atravesaba el gran cañón que quedaba al sur de la pedanía, al contrario que el grupo de mayores que había escapado por las vegas del norte. Este grupo huía por esta zona debido a que se habían divisado por donde los otros se fueron algunos pequeños grupos de infectados y el sur estaba deshabitado de humanos.
—¡Hey, Dana! ¡Adelántate, corre! — Le comunicó Sergei indicando que había alguna novedad por el camino. — Mira, el río ha tenido una gran crecida debido a las lluvias de los días anteriores y ha derribado el puentecillo de madera que comunicaba con el otro lado. No podemos continuar. — Le informó a la joven.
— Entonces… ¿Qué hacemos? ¿Volvemos al pueblo con cuidado y huimos por el norte como los otros? — Preguntó la chica para conocer la opinión del otro.
—Pues… No creo que podamos cruzar a los niños uno a uno, el río cubre mucho y la corriente es fuerte, sería un suicidio. — Recomendó el muchacho.
 —Bueno, pues si no queda más remedio tendremos que subir otra vez, ¿te encargas de vigilar por detrás y yo me encargo de guiarles por delante?
 —¡Claro! No hay problema. — Contestó Sergei, aunque odiaba la idea de quedarse el último debido a que si le pasaba algo estaba seguro de que todos lo dejarían atrás abandonándolo a su suerte por el bien del grupo, pero si iba adelante no tenían más remedio que socorrerle, pues no tendrían otra salida. Dana retrocedió por donde habían venido y fue informando en voz alta a los niños que parecían cansados y algunos, aventureros ellos, demostraban sus ganas de enfrentar a aquellos zombis.


Siguieron caminando por el sendero que conectaba el río con el pueblo con Dana a la cabeza. Pasado un tiempo caminando la joven observó que algo se movía entre la maleza y ordenó con un gesto de la mano que el grupo se detuviese. Tomó el bastón que llevaba como arma – aparte de que le servía para deshacerse de las serpientes con las que se pudiesen encontrar – y se acercó sigilosamente a la vegetación. Todos observaban con tensión y atención la escena, entonces Dana clavó el palo en el lugar donde procedía el ruido… La agitación dentro de las ramas comenzó a ser más violenta y de repente salieron de ella un grupo de pájaros que abandonaron el lugar volando. Todos suspiraron de alivio y decidieron continuar el camino.

—¡Aaaah! — Se escuchó a Sergei gritar nada más emprender el paso. Un infectado había salido de alguna parte de su escondrijo y se había lanzado sobre él e intentaba morder su carne mientras el joven evadía los mordiscos que él recién aparecido lanzaba al aire. Raudamente Dana corrió abriéndose paso entre los niños y consiguió llegar hasta Sergei y con el impulso del sprint golpeó con fuerza la cabeza del zombi apartándolo de encima del muchacho dejándolo aturdido. 
—¿Estás bien? — Se preocupó Dana por el estado de salud de Sergei.
—Sí, no me ha llegado a herir, gracias. — Le contestó levantándose.
Dana se giró hacia el extraño ser mirándolo desafiante mientras este conseguía ponerse en pie. Cuando lo consiguió, sus miradas se cruzaron – la mirada de ira de la joven y la mirada de ansia del infectado – y la chica, sin pensárselo dos veces le atravesó la cabeza por la frente con el bastón deshaciéndose así del zombi.  Extrajo la parte de la vara que había introducido por la cabeza del muerto y éste cayó al suelo desplomado, acto seguido se giró para volver a ponerse la primera del grupo de los diez niños y continuó caminando mientras todos seguían un poco en shock por el suceso que acababan de presenciar viendo la sangre fría de la muchacha con la que había eliminado al zombi.


*****

Poco a poco comenzó a sentir las partes de su cuerpo y sintió que la claridad del sol crepuscular acariciaba sus párpados. Abrió los ojos aún aturdido con un dolor débil pero intenso en la parte trasera de su cabeza. Reconoció que se hallaba dentro de alguna casa al ver un techo de madera sobre él. Estaba tumbado en un pequeño sofá en el cual no cabía estirado.
—Vaya, por fin has despertado, has tardado poquito pero estábamos preocupadas. Sentimos haberte atacado de esa manera, creíamos que eras un zombi de esos.
La voz femenina que le había hablado le resultaba familiar a Noah, giró su cabeza lentamente y consiguió reconocer a su prima Linda, de unos treinta y pocos, con su gran sonrisa característica.
—¿Qué ha pasado? ¿Ha sido todo un sueño? — Le preguntó el muchacho.
—Lamentablemente no… Te hemos dado una buena tunda. — Le informó su prima. —¿Qué recuerdas?
—Pues…— comenzó a contestar con algo de dificultad- Atropellé a alguien en la carretera, se puso furioso y lo maté. Era... ¡Era Henri! Luego está borroso y… ¡Ah! También recuerdo como un zombi en la cochera de mi abuelo…
—Como suponía, si venías así de preparado ya habrías descubierto lo que está pasando. Todos se están convirtiendo en muertos vivientes, como en esas películas de terror.
—Y… ¿Y por qué no has escapado? ¿Y los tíos? ¿Estáis todos bien? — Preguntó agitado el joven.
—No… Toda mi familia… Ha caído en garras de ese extraño mal que se está esparciendo cada vez más… Están en mi casa… No les he podido matar… Aunque ya estén muertos… — Le contestó su prima cabizbaja sintiendo en su interior una pena enorme por los suyos.
—Lo siento… — Se compadeció Noah.
—-No pasa nada… Ya no hay más remedio, ahora toca sobrevivir. No he escapado por quedarme a ayudar a tu amiga Perla a luchar contra los infectados hasta que consiga regresar su hermana.
—¿¡Perla y Dana están vivas!? — Cuestionó con entusiasmo.
—Sí, Perla ahora está en la cocina preparando provisiones. Dana se ha marchado hacia el sur con los niños del pueblo para evitar que fuesen infectados, pero antes de que fuese tan grave la situación nos hemos topado con un pescador que subía por otro camino del río, por el cual ellos no habían ido. Nos ha dicho que es imposible salir por el sur, ha habido una enorme riada y tardarían varios días en llegar a otro puente por el que se pudiese cruzar con garantías de sobrevivir, es lo que tiene estar en este pequeño pueblo aislado del mundo. — Concluyó la joven.
—Entonces… ¿Dana vendrá aquí?
—Sí, el pescador nos dijo que confiásemos en él, que buscaría al grupo y los traería a esta casa.
—Ahora que lo recuerdo… Me topé con un grupo de gente en el cual estaba su madre y me dijo que las llevase sanas y salvas a su casa en la ciudad, huían por el norte.
—Sí, algunos escaparon y otros nos quedamos para erradicar la extraña epidemia y que esto no vaya a más, pero… Se nos ha ido de las manos… Sólo nos queda huir y pedir ayuda seria.
—¿Queda mucha gente “sana” en el pueblo?
—No lo sé… — Dijo, quedándose luego pensativa y tomando aire para continuar.- Antes, en la reunión en la plaza había mucha gente pero creo que casi todo el mundo está muerto… O zombificado, no lo sé.
—Deberíamos tocar la campana de la iglesia para reunir a la gente y unir fuerzas. Tendríamos que esperarlos en la puerta y luego reunirnos en un lugar central, como el bar. — Sugirió el chaval.
—Sí, esa es una buena idea, pero hay que ir con cuidado, y las campanas podrían llamar la atención de los infectados, aunque como es un sonido tan alto quizás no sepan exactamente de dónde venga.
—¡Vaya! ¡Veo que has despertado! — Dijo Perla al entrar por la puerta del comedor.
—Sí, me alegro de verte… Sana... — Contestó sonriente el joven.
—Yo también me alegro de verte… No tan sano, pero sí a salvo. — Bromeó con una sonrisa.
—Me sorprende que podáis sonreír con la que está cayendo. — Comunicó el chico.
—En estos momentos difíciles creo que una sonrisa no viene mal… Hemos perdido a muchos…— Dijo la recién llegada a la estancia.
—He visto a tu madre abandonando el pueblo, me ha pedido que os lleve de regreso a la ciudad.
—No me iré sin mi hermana. — Contestó en un tono secante.
—Es normal… — Replicó el chico.
—Oye… Noah… Es una curiosidad que tengo… ¿Cómo has podido matar a esas dos personas… o zombis? ¿No te ha dado rechazo al conocerles? — Le preguntó su prima.
—Pues la verdad es que sí y más o menos fue por necesidad… O ellos o yo. Y ahora que lo pienso, si son seres queridos mejor darles un descanso digno y no que vayan por ahí merodeando como muertos vivientes para que los mate cruelmente cualquier desalmado. — Contestó Noah explicando sus experiencias y su opinión respecto al asunto.
—En cierto modo tienes razón… Suena cruel decirlo así, pero mejor morir a manos de un ser querido que no de cualquiera… — Comprendió su prima. Esto le hizo replantearse si volver a su casa y acabar con los suyos, aunque no sabía cómo.
—Pues yo no creo que esa sea la solución. Seguro… ¡Seguro que tiene que haber alguna cura para todo esto! — Intervino Perla de mal humor oponiéndose a los dos primos.
—Perla… Sé que es duro… No te pongas así… Yo… Antes de venir aquí he tenido que deshacerme con la pistola de mi padre de unos cuantos infectados. Les disparaba al corazón, en el abdomen, y era como si no sintiesen nada… Ya no son humanos… Son muertos que caminan para alimentarse de personas… Y cada vez son más, el contacto salival con la sangre hace que te infectes, o eso he podido observar… — Le explicó Linda.
Perla miró hacia otro lado y se volvió a la cocina.
—Tiene que asimilarlo… — Se volvió Linda hacia Noah para dar explicaciones a alguien que la comprendiese.
—Lo sé… ¿Y mi escopeta, rastrillo y tapa? — Cambió de tema el chico.
—En la cocina. Venías bien armado, ¿eh?
—Sí, voy a por ello y a explicarle a Perla el plan de la reunión.
—De acuerdo, yo me quedaré en este cuarto mirando por la ventana por si hay algún problema o aparece Dana.
—Vale, gracias. — Concluyó Noah con una sonrisa agradecida hacia su prima.


El joven salió del cuarto de estar y entró en la cocina donde Perla seguía preparando provisiones. Cogió sus cosas y se colocó tras la joven de 23 años para hablar con ella, pues ésta no quería dirigirle la mirada.
—Perla… Yo… Siento mucho por lo que estás pasando… Seguro que Dana aparece de un momento a otro…
—No te preocupes… Estoy bien… Aún mantengo la esperanza, pero no paro de pensar en lo peor…
Noah abrazó a su amiga transmitiéndole calma, cuando de repente se escuchó un golpe en el piso de arriba, como si algo pesado se hubiese caído.
—¿Qué ha sido eso? — Preguntó el chaval.
—No ha sido nada. Yo no he oído nada. Parece que te ha afectado el golpe que te has llevado. Por cierto, fui yo la que se abalanzó violentamente sobre ti, lo siento.
—No te preocupes, ya estoy bien y me habéis cuidado de maravilla. — Dijo extrañado y queriendo creer la versión de su amiga, cuando de repente se volvió a escuchar otro golpe. — ¡Perla! ¡No me digas que ahora no has oído nada! — Noah se desprendió del abrazó y se dirigió al piso de arriba.
El muchacho recorrió el comedor para dirigirse a las escaleras mientras Linda lo miraba con tristeza y Perla iba detrás de él para detenerlo.
—¡Para, por favor! ¡No subas! — Le suplicó su amiga.
Noah la observó con una mirada seria y reanudó su camino.
—¡Detente, Noah! — Volvió a insistir la joven.


El chico llegó a la planta superior y se detuvo frente a una puerta que estaba cerrada. Éste la abrió y frente a él no se encontraba ni más ni menos que la abuela de sus amigas, o al menos… Lo que quedaba de su auténtico ser… Estaba infectada.
La mano de Perla se cruzó entre el chico y el vano y cerró la puerta antes de que su abuela pudiese salir de allí.
—Por favor… No lo hagas… — Pidió la chica una vez más.
—Perla… Ella ya está… Muerta… — Le dijo Noah.
De los ojos de la joven emergieron lágrimas de dolor e impotencia ante la situación.
—Tú ya lo sabes, has visto su cuello, tiene toda la zona de la yugular desgarrada, si existe una cura, en cuanto se sane morirá.
—Fue… Fue una de las primeras personas en ser infectadas. Mi madre, mi hermana y yo la subimos aquí para que reposase hasta que encontrásemos ayuda, pero mi madre decía lo mismo que tú, ya la daba por muerta… Yo me negué a que acabasen con ella… Las dos estaban en mi contra, pero respetaron mi opinión… ¿¡Quién eres tú para decidir sobre mi familia!? — Le gritó sollozando la joven al chico. — ¡Tu prima me ha respetado! ¿¡Por qué tú no!?
—Perla… Yo no seré quien la mate…- Noah se desató de la espalda la escopeta de su abuelo, le quitó el seguro y se la entregó a la chica. — Ya sabes lo que hay… Ahora tú decides… — Concluyó el muchacho bajando las escaleras.
La chica se quedó con la escopeta cargada en las manos. Noah llevaba razón, si existía una cura su abuela no sobreviviría y sería peor que sufriese conscientemente, además si lo hacía no tendría que rendirle cuentas a nadie, pues ya conocía la opinión de su familia y de sus amigos. Estaba decidido, no había otra salida. Temblorosa agarró bien la escopeta para estar preparada para disparar y agarró el pomo de la puerta. Giró lentamente meditando unos últimos instantes, pero finalmente la abrió y vio a su abuela cual perro rabioso a punto de atacar. Perla la apuntó lentamente aún temblando y se dispuso a disparar, pero no pudo, no podía, era su abuela, quien la había criado, una de las personas más importantes en su vida. Finalmente la anciana se abalanzó sobre ella y las dos cayeron al suelo. Noah y Linda al escuchar el ajetreo subieron corriendo las escaleras y hubo un forcejeo entre Perla, su abuela y Noah. Linda observando la situación un poco apartada decidió actuar por el bien de todos y cogió la escopeta , la cual había caído al suelo y sin pensárselo dos veces disparó a la abuela de la chica en la cabeza, matándola en el acto.


El cuerpo de la infectada cayó inerte sobre su nieta y Noah la apartó para ayudar a su amiga a ponerse en pie. Cuando se reincorporaron, el chico se dio cuenta que las dos muchachas estaban en un leve estado de shock.
—Lo… Lo siento… No tenía que haber sido yo… — Se disculpó Linda.
—Vamos abajo… — Sugirió Noah, casi sonando como una orden.
—Gracias… — Dijo Perla aún asustada y conmocionada.
Todos bajaron a la cocina y se tomaron un respiro después de lo sucedido. Finalmente Linda se incorporó y tomó la iniciativa de romper el silencio.
—¿Quieres que te ayudemos a enterrarla? — Sugirió.
—No… No es momento de ponerse a enterrar gente… Aunque me duela, es mejor así.
    -Creo que va siendo hora de ejecutar nuestro plan de reunir al pueblo para trabajar en equipo. — Comentó el joven.
—Las llaves del bar y de la iglesia las tiene guardadas la hermana de mi abuela en su casa, tenemos que atravesar casi todo el pueblo. — Dijo la anfitriona.
—¿Están…? — Dejó caer el chico la pregunta en el aire.
—Mi tía, su padre y mi primo sí… Fueron infectados, pero mi prima y la hermana de mi abuela lograron refugiarse en su casa.
—¿Y el padre de tus primos?
—No lo vi, no sé que ha sido de él.
—Bueno, pues será mejor que nos pongamos en marcha. — Incitó Linda.
—Un momento, hay que prepararse, cogeré algo con lo que nosotras podamos defendernos.
—Bueno yo tengo la pistola de mi padre.
—Sí, pero no querrás atraer a más zombis con el ruido de un disparo.
—Tienes razón, trae algo que sirva como arma blanca.
Perla se dirigió hacia el sótano de la casa y regresó con un par de hachas y una palanca.
—¿Cuál quieres? — Le ofreció a Linda.
—Mmmmm… La palanca está bien. — Eligió mientras se la cogía de las manos. —Además, yo tengo una pistola, mejor que tú lleves dos hachas.
—Creo que mi tío guardaba una escopeta más para ejército que la de mi abuelo, que es para caza menor. Podríamos ir a mi casa de camino y cogerla. — Sugirió Noah.
—Está bien, de todas formas tenemos que pasar por ahí sí o sí. — Concluyó Perla mientras abría la puerta de la casa indicando que ya era hora de marchar.


*****

A mitad de camino, antes de una bifurcación, el grupo de Dana, Sergei y los diez niños se mantenían escondidos tras una curva debido a que en el cruce de senderos habían visto a tres zombis. Ahora estaban trazan un plan para poder esquivarlos sin tener que enfrentarse a ellos y no poner en peligro la vida de los niños.
—Bien… Entonces éste es el plan: Yo les entretendré y me los llevaré por otro camino, cuando hayan abandonado la bifurcación asegúrate de que todos los niños pasen. Iré por el camino más complicado pero por el que se llega antes al pueblo, tu ve por el fácil, que aunque sea más largo te será más sencillo hacerte cargo de ellos. Sé un líder, que no te vean flojear. — Comentó susurrando Dana a Sergei para evitar que los niños escuchasen la conversación.
—De acuerdo… Pero tú… ¿Estarás bien? — Se preocupó Sergei.
—Sí, cuando lleguéis a la parcela que da paso al camino del río yo ya estaré allí, los zombis no pueden pasar por donde yo lo haré, son demasiado torpes.
—Está bien, pues entonces hagámoslo.
—Chicos, tenéis que hacer caso a Sergei en todo momento, ¿vale? Yo tengo que hacer unos asuntos, os prometo que cuando me reencuentre con vosotros iremos a cazar zombis. — Susurró lo suficientemente alto y cautelosamente para que los infectados no la escuchasen y los atrajera hacia el grupo. Dana se adelantó y salió al cruce.
—¡Hey, vosotros! ¡Cachos de carne podrida! ¿Tenéis hambre? ¡Mirad que buena estoy! — Gritó la joven para llamarles la atención. Una vez conseguido los muertos vivientes fueron a por ella y ésta se marchó por uno de los caminos de la bifurcación. Sergei observó escondido hasta que se marcharon y ordenó al grupo de niños seguir la marcha por el camino indicado por la chica.
Dana guiaba a los zombis por un camino angosto que llevaba a un muro que tendría que escalar para deshacerse de ellos, pero cuando por fin divisó dicho elemento, se dio cuenta de que había otros dos infectados delante de la pared de piedra y entonces se detuvo en seco.
    —Mierda… ¿Y ahora qué? — Murmuró para sí misma. No podía ni avanzar ni retroceder, estaba perdida. Los dos zombis cercanos al muro se dieron cuenta de su presencia y se dirigieron hacia ella. Dana miró hacia atrás y vio como los tres a los que había guiado cada vez estaban más cerca. No había nada que hacer… La muchacha se sentó en el suelo agarrándose las piernas a esperar el momento en el que fuese devorada por las bestias.

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© Estrada Martínez, J. J. 2013

viernes, 1 de noviembre de 2013

"Tierra muerta: Génesis" - Capítulo 1

    Noah no había regresado a su pueblo desde hacía unos siete meses y ahora, con la Semana Santa de por medio, podía aprovechar la ocasión y retornar al lugar de nacimiento de sus abuelos. Mientras iba conduciendo por la carretera atravesando el atardecer, pensaba en sus asuntos del día a día: su familia, sus recados, su perra, la universidad...

    Noah había nacido en el seno de una familia humilde y trabajadora. A pesar de su origen pueblerino, su familia había logrado ahorrar el suficiente capital para poderse permitir ciertas comodidades. Él vivía en una ciudad cercana a la capital con sus abuelos, su hermano mayor y su perra. Sus padres murieron en un accidente de avión cuando él era un bebé. Mientras iba rememorando de todas las cosas que había hecho la semana anterior y de las que las tenía que preparar y realizar para la posterior observaba el rubio y dorado paisaje que bañaba su tierra, de la cual, a pesar de no haber nacido allí, se sentía parte de ella.

    El chaval de diecinueve años cambió la dirección del vehículo para dirigirse a un desvío el cual daba a otra carretera mucho menos transitada y mucho más descuidada que le llevaría a la población que se escondía entre los bosques, campos y montañas. La calzada comenzaba a descender en altitud para adentrarse en el escarpado valle que abrazaba al pueblo. Mientras conducía el todoterreno negro de sus abuelos tuvo que hacer una breve parada para no atropellar a una pareja de cervatillos que bebía agua en una charca.

    Siguió avanzando entre el bosque mientras observaba en repetidas ocasiones los árboles por si podía distinguir a través de la maleza algún simpático animalillo más. En uno de los vistazos de repente todo se tambaleó en el coche y por un momento perdió el control del vehículo, pero logró recuperarlo y quedar estacionado en mitad de la carretera en forma transversal. Noah, se tapó la cara espantado al pensar que había atropellado a algún corzo de una forma brutal por el sonido del golpe. En poco tiempo, aunque eterno para él, consiguió serenidad y echó un vistazo hacia la derecha del coche observando a lo que había atropellado. No… No podía ser… Noah abrió la boca conmocionado y comenzó a llorar, ¡había atropellado a una persona! El muchacho, siempre tan prudente, se vistió con el chaleco reflectante y tomó uno de los triángulos de señalización para avisar a alguien que circulase por la carretera. Primero fue hacia donde el cuerpo estaba tendido. De reojo miró el frontal de su coche y lo vio con manchas de sangre. Temiéndose lo peor se apuró más en llegar al accidentado. Allí se arrodilló ante él y lo volteó para verle la cara y reconocerle. ¡Era Henri, uno de los jóvenes del pueblo! Tendría alrededor de treinta y pocos y era hijo de uno de los más influyentes. El joven se quedó paralizado por la gravedad de la situación y se lamentó por la familia del pobre chico y después pensó en lo que pasaría con él, pues ahora se había convertido en un asesino. ¿Qué sería de él? ¿Iría a la cárcel? ¿Sería desterrado de su propio pueblo? ¿Qué debía hacer?

    En aquel lugar no había cobertura para el teléfono móvil y no podía dejar el cuerpo allí. Meditó con rapidez y decidió que lo mejor sería montarlo en el coche y llegar a la ciudad principal de aquella provincia para acudir al hospital y que lo atendiesen, aunque no mostraba ningún signo vital y la capital quedaba a una hora en coche. Alzó al muchacho para llevarlo al vehículo, pero de repente comenzó a pesar demasiado y se dio cuenta de que el atropellado se estaba abalanzando sobre él. Noah cayó al suelo bajo aquella fiera que parecía persona y veía como quería lanzarle bocados al cuerpo. El joven lo mantenía sobre él, distante para que no le hiciese daño alguno. Desesperado por la situación el chico consiguió agarrar uno de los triángulos de emergencia que había dejado al lado de donde había estado tendido el cuerpo y golpeó a Henri en la cabeza con ello intentando dejarlo inconsciente hasta que comenzó a sangrar y a se debilitó su ataque. Finalmente quedó inerte sobre él y Noah se desprendió del cuerpo dejándolo de nuevo en la carretera. El joven corrió de nuevo hacia el coche y se montó en él, arrancándolo y maniobrando poniendo dirección al pueblo para estar a salvo de lo que fuese que hubiera ocurrido. Mientras se alejaba miraba por el espejo retrovisor interior el yacido cuerpo del hombre o lo que fuese.

    Tras perderlo de vista se miró a sí mismo y se limpió la sangre de la cara y las lágrimas con la manga de la cazadora. Siguió conduciendo y descendiendo por el valle hasta llegar a una extensa vega. Antes de  volver a bajar otra cuesta se topó con un grupo de gente que parecía estar emigrando debido a la gran cantidad de provisiones que llevaban. Noah se dio cuenta de que eran sus vecinos de la pequeña aldea y frenó el ritmo de la marcha. Todos se detuvieron alrededor del coche y el joven bajó la ventanilla.
    —¿A dónde vais? — Preguntó al aire esperando una respuesta de cualquiera de ellos.
    —¡No vayas al pueblo! ¡Está infestado! ¡Una enfermedad! — Gritó una de las mujeres.
    —¡Tranquilízate, María! — Le ordenó un señor mayor del grupo. — No sabemos lo que está pasando, la gente se está volviendo loca y no atiende a razones y parece que esa locura es contagiosa. Unos pocos hemos salido del pueblo, otros pocos sanos se han quedado allí negándose a abandonarlo y haciendo frente a los contagiados. Son como inmortales, sólo se les puede matar destrozando su cabeza. Ahora vamos a un campamento temporal un poco más arriba donde nos esperan con coches para marchar lejos de aquí. Deberías marcharte si quieres sobrevivir...
    —¡Noah! — Interrumpió una mujer al anciano. Era la madre de dos amigas del muchacho a las cuales conocía desde la infancia y eran grandes amigos. — ¡Mis hijas aún siguen en el pueblo, se han negado a abandonarlo por ayudar! ¡Me obligaron a marchar para estar a salvo!¡Por favor tienes que ir y traerlas! ¡Te lo suplico! — Le rogó la mujer al joven.
    —¡Apartaos! — Ordenó Noah tras pensar unos instantes. La gente se hizo a los lados de la carretera y el chico aceleró poniendo rumbo al pueblo. En su cabeza había debatido entre desentenderse del tema o meterse de lleno. Si se metía de lleno sabía que no iba a parar hasta dar con el meollo del asunto. Por un momento pensó en dar marcha atrás pero pensó en acelerar sin que le diese tiempo a reflexionar sobre lo que iba a hacer y fue así cómo tomó la decisión, quién sabe si precipitada, acertada o errónea.

    Al llegar al cartel que indicaba el comienzo civil de la pedanía redujo la velocidad considerablemente y estacionó. Bajó del coche y cerró los seguros. Subió una cuesta de tierra la cual daba a una era en donde su abuelo tenía una cochera donde había almacenado todo tipo de herramientas, utensilios y recuerdos. Noah tuvo que hacer un poco de fuerza para conseguir abrir la puerta metálica que daba paso a la estancia. Todo estaba en penumbra, un par de rayos de sol que penetraban por los ventanucos atravesando el polvo en suspensión permitían una visión clara aunque no conseguía romper de todo la oscuridad. Allí pudo localizar la escopeta de perdigones sobre un banco de trabajo, la cual usaba su abuelo para cazar pequeños animales en sus años de juventud. Sacó las llaves de su casa que incluía una linternita como llavero, la cual prendió y después abrió la escopeta para comprobar si estaba cargada. Suspiró al ver que no tenía ningún perdigón y enfocó con el haz de luz al armario revestido de chapa que había en la pared norte de la cochera. Lo abrió y buscó con la mirada la pequeña y redonda caja donde se encontraría la munición. Movió un par de cajas y allí encontró el recipiente. De repente se escuchó un disparo que venía de algún lugar del pueblo o sus cercanías. Esto hizo que a Noah se le resbalase de las manos el recipiente dejándose escuchar un pequeño estruendo metálico y esparciéndose gran parte de los perdigones por el suelo. Pensó que por lo menos había alguien con vida en la zona, de momento, y se agachó para recoger la munición que le fuese visible en aquel cuarto oscuro. De repente escuchó unas pisadas y se detuvo en su labor poniendo más atención al sonido. Se escuchaban pasos lentos que cada vez se apreciaban más cercanos y el joven agarró el arma de fuego. Por la puerta apareció una persona que caminaba bastante raro y emitía unos sonidos y gemidos muy extraños, estaba claro que eso ya no era humano porque tenía el mismo aspecto que Henri. El chico intentó abrir la escopeta pero se había atascado. El ser se abalanzó con gran ansia hacia donde él se encontraba y afortunadamente pudo esquivarlo haciendo que se estampase contra el banco de trabajo. El joven miró a su alrededor algo que le pudiese servir para defenderse y en una pared vio colgado un rastrillo, así que se aproximó velozmente hacia él, lo cogió y al darse la vuelta, lo que quiera que fuese eso, ya se encontraba en disposición de atacar y volvió a lanzarse sobre él. Noah con un acto reflejo situó el rastrillo delante de él y por fortuna la herramienta de campo se clavó en el ser por la parte de debajo de la mandíbula atravesándole la cabeza de abajo a arriba. El chico cerró los ojos para no ver la escena violenta y por el desagradable sonido que hizo cuando el metal entró por la quijada y emergió por el cráneo. Tras ese instante abrió los ojos y sacó el rastrillo de la mandíbula dejando caer el cadáver. Ahora más tranquilo consiguió abrir la escopeta y la cargó poniéndole posteriormente el seguro para no herirse en caso de algún fallo en el arma. Después siguió recogiendo la munición esparcida por el suelo hasta que aparentemente no se observaba ninguna bala más en el piso. Hecho esto, se ató la escopeta a la espalda y se armó con el rastrillo y cogió una tapa de plástico de un cubo de basura para usarla como escudo. Salió de la cochera, cerró la puerta con llave y observó a izquierda y derecha que no hubiese ningún infectado más y se dispuso a bajar la cuesta por la que había subido anteriormente. Ahora se dirigía con cautela a la casa de sus amigas para sacarlas de allí mientras iba pensando que lo realmente desagradable de aquella situación era matar a gente cercana aunque sólo la conociera de vista.

    Para llegar a casa de sus amigas, Perla y Dana, sólo debía continuar una breve calle y bajar una cuesta. El muchacho iba observando en cada rincón que no hubiese ninguna amenaza y finalmente llegó a la entrada de la casa de las chicas que buscaba. La puerta estaba entornada, así que abrió con sigilo y vio cómo uno de esos seres se tiraba sobre él recibiendo un golpe en la cabeza al chocar con el suelo, envolviendo su visión en la oscuridad…


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© Estrada Martínez, J. J. 2013