miércoles, 19 de febrero de 2014

"Tierra muerta: Génesis" - Capítulo 5


Tony y Perla ya habían registrado varias casas de la zona sur del pueblo y no hallaron rastro de la pequeña por ninguna parte. Habían conseguido esquivar a los muertos vivientes que se les habían cruzado en el camino sin necesidad alguna de acabar con ellos ni llamar la atención de otros que se pudiesen sentir atraídos por el barullo que se montaría al enfrentar a uno de ellos.

Entraron a la última casa de la zona. Ya había anochecido y se tenían que valer de linternas, aunque en aquel estrecho valle la luna brillaba intensamente permitiendo ver algo en lo que sería una oscuridad plena en la calle. Tony se encargó de inspeccionar la planta baja y el garaje mientras Perla se encargaba de la planta de arriba. Ni por la cocina ni por el salón había señal de que hubiese estado por allí Mimí y tampoco de ningún tipo de amenaza. Era la hora de buscar en el garaje y con escrupuloso cuidado abrió la puerta que conducía a él. Lo que él se temía, estaba todo manga por hombro y tendría que buscar bien a la niña sin llamar mucho la atención por si algún infectado aguardaba allí para atacarle. Mientras sorteaba cajas y caminaba entre estanterías escuchó un ruido, como si alguien se hubiese movido tratando de esconderse.
—¿Mimí? — Preguntó esperando una respuesta, mas no obtuvo contestación. Enfocó con su linterna a una de las estanterías y agarró una palanca, si debía disparar eso atraería la atención de los otros zombis y podría significar el fin de él y Perla si éstos se amontonaban alrededor de la casa y conseguían entrar. Con cautela se dirigió al fondo del garaje donde él había escuchado el ruido.
—Mimí, si estás ahí responde, me llamo Tony, no te voy a hacer daño, vengo a llevarte con nosotros.

Siguió caminando atravesando el silencio de la estancia hasta que por fin llegó al lugar de donde había provenido el sonido. Enfocó hacia adelante y nada. No había nada. Se volteó para salir de aquel lugar y a su espalda volvió a escuchar aquel movimiento. Se giró y volvió a enfocar hacia adelante. Nada. Ahora cayó en la cuenta de enfocar hacia el suelo por si la niña se encontraba agachada, pero en lugar de eso encontró cómo unas ratas estaban devorando a un infectado que ya no poseía la parte de abajo de su cuerpo y se arrastraba lentamente hacia Tony. Éste se tapo la boca horrorizado por la imagen y por el mal olor y dio unos cortos pasos hacia atrás apartándose del muerto viviente. A los segundos reaccionó ante la situación y asestó un golpe con la palanca a la cabeza de aquel ser aplastando su cráneo y dejándolo muerto de nuevo. Debido a la agresión numerosas ratas salieron por la parte inferior del cuerpo correteando por todo el garaje. Esto sorprendió al guardia civil y dio un pequeño respingo debido a su sorpresa. Como a nadie le gustan las ratas, y él no era la excepción, se apresuró a salir de allí y llegó hasta la cocina cerrando la puerta a sus espaldas y dando un aliviado suspiro por estar a salvo. Una vez calmado se dirigió a la parte de abajo de las escaleras que conducían a los pisos de arriba.
—¿Perla? — Preguntó.
—Estoy aquí arriba, ven.
—¿Está todo bien?
—Sí.

Tony emprendió la subida con cautela por si la joven se había dejado algún rincón sin mirar y pudiese encontrarse con alguna que otra sorpresa. Una vez hubo llegado al piso superior buscó por el distribuidor a Perla.
—¿Dónde estás?
—En la habitación de matrimonio.
Observó entre las puertas abiertas cuál tenía la cama más grande y se dirigió hacia ella. Allí estaba Perla, sentada en el lecho con los brazos estirados y las manos apoyadas tras de sí mirando el cielo nocturno.
—Ven, siéntate. — Invitó la joven al guardia civil.
Tony terminó de atravesar el marco de la puerta y se sentó al lado de Perla sin saber qué quería.
—¿Has encontrado a Mimí por ahí abajo?
—No... Ni rastro de ella... Eso sí, en el garaje he tenido que matar a una de esas cosas. Ha sido muy desagradable, se lo estaban comiendo unas ratas.
—Agh... Sí que es repugnante... — Dijo la joven poniendo cara de asco. Pasaron unos segundos de silencio y continuó hablando. — Llevo aquí un rato sentada. En esta planta tampoco hay rastro de ningún zombi ni de la niña... Estoy cansada. Esta era la última casa por registrar por la única parte del pueblo por la que podría haber escapado sin que nos hubiésemos dado cuenta...
—Quizás alguien ya la haya encontrado, piensa que estamos peinando bien la zona.
—Eso espero. Ojalá esté bien... — Continuaron un rato más sentados en silencio mirando por la ventana la oscuridad de la noche hasta que Perla volvió de nuevo a interrumpir el silencio. — ¿Sabes? He estado pensando.
—¿En qué? — Preguntó extrañado.
—En que al haber creído que mi hermana pequeña estaba muerta me ha hecho darme cuenta de la fugacidad de la vida. Sin darnos cuenta se va pasando y se nos pasan las oportunidades y las experiencias como si no importasen, y la verdad... Ahora que podemos morir en cualquier momento... Pienso que es mejor vivir la vida como si fuera el último momento y más en esta situación.
—Sí... Bueno... Es una forma de pensar. — Interrumpió el agente. Tras esto volvió a surgir otro silencio que volvió a interrumpir la joven.
—¿Cuántas noches más tendremos el privilegio de ver una luna como ésta? Siempre he dado demasiada importancia a cosas que no las tenían o que no eran tan importantes y he desaprovechado muchos momentos. Por ejemplo, mi virginidad, nunca se la he dado a nadie y ahora el pensar que puedo morir sin vivir esa experiencia que todo el mundo cuenta que es alucinante... — Tony giró la cabeza y la miró extrañado. De repente sintió los dedos de la joven acariciando los suyos.
—¿Quieres...? — Preguntó tímidamente el guardia civil.
    Perla se incorporó de su posición, miró la cara del agente y le contestó.
—Quiero.
Al instante ella se abalanzó sobre él y se unieron en un sensual abrazo mientras se besaban y se iban desnudando. La luz de la luna ambientó este momento tan especial en una noche azul para ambos dejando que fluyese su pasión por aquella vieja cama de matrimonio.

*****

—Parece que no tienes nada grave, sólo el golpe. — Informó Paula a Linda sobre la contusión que había sufrido mientras le bajaba el jersey que vestía.
—Gracias por cuidarme.
—No hay de qué.
Linda se lo agradeció con un cariñoso abrazo.
—Oye... ¿Y tú familia? — Preguntó la joven a la mujer.
—Todos... Todos han caído... Mis ancianos padres, mi marido, mis hijos... Todos...
—Vaya... Lo siento mucho...
—Pero ellos querrían que yo fuese fuerte y valiente y tratase de sobrevivir... ¿Y qué ha sido de los tuyos?
—También... Mis padres, mis abuelos, mis hermanos, mis sobrinos... — Contestó Linda cabizbaja.
—Te entiendo... Lo siento yo también... — Se compadeció afligida.
Ambas quedaron mirando por la ventana sin pensar nada, mirando por instinto, por si veían a algún infectado acercarse a la casa.
—Llegarán con hambre, ¿me ayudas a preparar algo de cenar? — Propuso Paula levantándose del sofá donde estaban sentadas.
—Claro, encantada. — Contestó.

*****

Dana y Marius ya llevaban un largo camino recorrido. El sendero de tierra que se alejaba del pueblo hacia el sur conducía al cementerio. No habían cruzado palabra alguna entre ellos por timidez, sólo observaban los laterales del camino esperando encontrar a la niña.
—¿Podemos ir hacia el cementerio? — Se dignó a hablar la joven preguntando.
—¿Para qué quieres ir ahí? — Respondió en un tono descortés.
—Sólo quiero orar a nuestros ancestros para que nos protejan. — Replicó Dana. — ¿Te da miedo?
—Mmm... No, no me da miedo. De acuerdo... Aunque no creo que sirva de mucho si son los muertos los que nos matan.  — Accedió Marius sin mucho entusiasmo.
Dana le lanzó una mirada asesina y puso rumbo al cementerio. El camino era algo angosto y más ahora que había oscurecido casi por completo. Tras inspeccionar el sendero que conducía hasta él por si se encontraba por allí Mimí, llegaron a la puerta del campo santo. Sobre el arco que adornaba la puerta había posada una bandada de cuervos que lo hacían todo más siniestro. La chica se adelantó y abrió la puerta mientras Marius la seguía por detrás vigilando que todo estuviese en orden. Dana se arrodilló frente a una lápida y comenzó a llorar y a decir plegarias. El joven se acercó hasta donde se encontraba ella y vio que la lápida era del abuelo de la joven y ésta en seguida comenzó a dar puñetazos de rabia a la tierra que había frente a la lápida. De repente una mano salió del suelo y agarró a la joven de la muñeca y gritó con un estruendoso chillido. Esto alertó a Marius y en seguida partió la esquelética mano que había emergido de entre la tierra y alejó a Dana de esa tumba mientras observaban cómo un esqueleto salía de su sepultura. Desconcertados observaron a su alrededor y comenzaron a ver que el mismo suceso se empezaba a dar en las otras tumbas y en unos instantes se vieron rodeados de esqueletos andantes.
—¿¡Qué cojones...!? — Exclamó Marius.
Dana apoyó su espalda contra la del chico para salvaguardarse el uno al otro mientras los cuerpos putrefactos los rodeaban y se aproximaban más a ellos.
—¿Qué hacemos? — Preguntó Dana.
—Pues de momento... ¡Acaba con los que puedas y sal corriendo hacia la puerta!
Marius comenzó a disparar a los no muertos a la cabeza y Dana con su vara los golpeaba reventándoles el cráneo mientras corrían hacia la entrada del cementerio. Ya había anochecido completamente y el camino que llevaba de regreso al pueblo podía distinguirse gracias a la brillante luna de aquella noche. Nada más salir se giraron y cerraron la puerta con el gran cerrojo que aseguraba su bloqueo, pero los esqueletos comenzaron a saltar el pequeño murete que rodeaba el recinto y comenzaban a seguirles. Se alejaron corriendo por el sendero y por fin consiguieron librarse de ellos. Pararon de correr a mitad de camino para detenerse a recuperar el aliento. Marius miró a Dana y ella lo miró a él y en un impulso se empezaron a besar, como si de una mala y forzada película romántica se tratara debido a su juventud y en consecuencia a sus hormonas, aunque Marius le sacaba casi diez años. Tras unos segundos del intenso beso comenzaron a oír el graznido de un cuervo a sus espaldas. El chico se giró y vio sobre un árbol seco una bandada de esas aves posadas mirándolos fijamente. Tras la experiencia con los buitres se temía lo peor y sigilosamente agarró la mano de la chica. Respiró lentamente y con un movimiento rápido comenzó a correr hacia el pueblo mientras tiraba de Dana impidiéndola detenerse. La bandada de cuervos alzó el vuelo y comenzó a perseguirles y a lanzarse en picado contra ellos, sin lograr herirles en su misión. Cuando llegaron al núcleo de población algunas de las aves comenzaron a desorientarse entre las casas y los jóvenes corrían hacia donde estaban Paula y Linda. Se pararon frente a la puerta y Marius intentó abrirla, pero estaba cerrada con llave.
—¡Abrid! — Ordenó a las mujeres que se encontraban dentro mientras aporreaba la puerta.
Tras unos instantes se oyó cómo la llave giraba y les abría Paula.
—¿Qué sucede? — Preguntó extrañada y asustada.
—¿No hay tiempo para explicaciones, lumbreras! — Gritó mientras hacía que Dana se metiese dentro. — ¡¡Argh!! — Exclamó tras ser herido por el picotazo de una de esas aves causándole una herida en el hombro. — ¡Vamos cierra! — Ordenó mientras se introducía en la casa.

Al entrar los tres cerraron la puerta con fuerza y Paula selló con llave y se comenzó a escuchar cómo algunos de los cuervos se estrellaban contra el pórtico con tremenda violencia. Al cesar los golpes los tres suspiraron aliviados. Dana miró al frente y se percató de que el cuervo que había atacado a Marius había entrado en la casa y estaba posado en una lámpara tragándose el trozo de carne que había arrancado del chico.
—¡Cuidado! — Exclamó la joven.
Antes de que los demás pudiesen percatarse del peligro del cuervo se oyó un disparo y se vio cómo el ave caía al suelo sin la cabeza. Linda salió de la cocina con la pistola en las manos mirando al cuervo que había derribado. Se detuvo en mitad del recibidor, miró a los otros tres y preguntó:
—¿Estáis bien?

*****

Sergei y Celestino habían conseguido llegar a la cima de la pequeña montaña que quedaba al este del pueblo. No les había sido fácil debido a la pendiente y a que el único camino que había era estrecho y complicado y en algunos puntos se cortaba. Finalmente comenzaron a buscar por la cima donde había un extenso pinar.
—Sabe, ahora que esto parece que es el fin del mundo creo que ha llegado de ser valiente en esta vida, le voy a decir a Dana que la amo. — Rompió el silencio Sergei abriendo su corazón y mostrando sus sentimientos esperando algún sabio consejo de aquel anciano.
—Haz lo que quieras. — Contestó con un mal tono de voz.
—Celestino, perdone, pero, ¿por qué es así de desagradable con los demás? — Le preguntó Sergei mientras buscaba a Mimí entre los árboles del bosque.
—No puedo consentir que un criajo tome las decisiones del grupo poniéndonos a todos en peligro, quién sabe si ya haya muerto alguno de nosotros por dividirnos para buscar a esa estúpida niña.
—Pero... Si fuese tu hija seguro que moverías tierra, mar y aire por buscarla, ya sé que no es familia de ninguno de nosotros y no sabemos el paradero de sus padres, pero confío en las decisiones de Noah, es un chico maduro para su edad y además ha recibido el apoyo de todos nosotros.
—¿¡De todos nosotros!? — Preguntó sabiendo a lo que Sergei sabía se refería con esa pregunta.
—Bueno, todos menos usted...
—Llevo siendo el alcalde de esta aldea más de diez años, ¿crees que no sé liderar un grupo pequeño de gente?
—Quizás si se calmase un poco podrían darle un voto de confianza.
—Ya da igual, todos me odian sin motivo aparente, ya sé que parezco un viejo carcamal, pero sólo quiero el bien del grupo y sobrevivir.
Sergei fue comprensivo con el anciano y guardó silencio tras esas palabras. Mientras siguieron buscando entre los árboles. Todo estaba en calma, sólo se escuchaba el rumor del aire, pero de repente la tranquilidad quedó interrumpida al escucharse a alguien correr entre la maleza.
—¿¡Lo has escuchado!? ¿¡Qué ha sido eso!? — Preguntó Sergei inquieto.
—No lo sé, pero lo mejor será dividirnos, al menos uno de nosotros tiene que sobrevivir para encontrar a la niña o para informar de nuestra situación al resto del grupo. Tu continúa buscando, quizás sólo haya sido un animal, un ciervo, un corzo o algo de eso. Yo voy a seguirlo y me voy a asegurar de que estamos a salvo.
—De acuerdo... ¡Suerte! — Le dijo dándole la mano siendo consciente de que igual nunca se volverían a encontrar... Al menos con vida.

Sergei continuó caminando entre los árboles con la inquietud de que a cada paso que daba se podía encontrar con la muerte detrás de uno de esos troncos. Caminó alrededor de media hora hasta que en vez de sonar el ruido de piedras pisadas debajo de sus pies sonó algo diferente. Dio un paso hacia atrás y observó con detenimiento de qué se trataba. Era un papel plegado, parecía que había caído ahí hacía mucho tiempo debido a que estaba manchado no sólo por su suela. Se agachó a recogerlo y cuando se incorporó se apresuró a desplegarlo para ver que contenía. Parecía un plano de un edificio moderno debido a que la situación de lo que se suponía que eran estancias era bastante regular, pero en cambio los pasillos resultaban algo laberínticos. Se percató de que el mapa era mudo, es decir, no había ningún tipo de indicación salvo una estrella que indicaba los puntos cardinales. De repente escuchó a Celestino gritar:
—¡Sergei! ¡Estés donde estés! ¡Corre hacia el pueblo! ¡Rápido!

*****

Celestino siguió con cautela a aquello que se hubiese movido entre los árboles y se apresuró para poder alcanzar a ver lo que sea que fuere. En medio de un claro se paró y bajó la guardia guardando su arma.
—Está bien, puedes salir de tu escondite. — Dijo sin mirar a un punto fijo de los límites del claro.
    Se empezó a escuchar ramas moviéndose a su izquierda y allí se dejó ver a aquello que había estado persiguiendo. El anciano estaba de suerte, ¡era Mimí!
—Ven aquí, pequeña, soy de los buenos, te voy a llevar con Linda, Perla, Dana, Noah,... Ya estás a salvo. — Le dijo en tono simpático y de confianza.
Mimí sin mediar palabra alguna corrió hacia el anciano y se abrazó a su pantalón sollozando. Celestino quedó conmovido por la situación, pero la emoción del momento duró poco pues de entre los árboles comenzó a aparecer un pequeño grupo de infectados.
—¡Corramos! — Le dijo a la pequeña mientras sacaba su arma en caso de que tuviese que defenderse.
El anciano tiraba de la mano de la pequeña y se dirigió a la ladera de la montaña por donde se apresuró a bajar por la pared de piedra en la que se hundían numerosas cuevas y se escondieron en una de ellas.
—Ve un poco más hacia el fondo, así seremos menos visibles para ellos. — Le ordenó a la niña para que se adentrase más en aquella covacha.
Mimí dio unos pasos hacia atrás asustada y casi cae por un agujero que había allí dentro, pero fue hábil y mantuvo el equilibrio y se contuvo en silencio. Celestino estuvo unos pocos minutos asegurándose de que los zombis no habían podido seguirles el rastro.
—Bien, pequeña, creo que ya podemos salir de aquí y dirigirnos con los demás. — Dijo sonriendo el viejo mientras se acercaba tendiéndole la mano a Mimí. La niña alargó su brazo aliviada al estar a salvo de esos monstruos, pero de repente vio que el anciano seguía adelante con la mano esquivando la suya y se dirigía hacia su pecho. — Gracias por habérmelo puesto tan fácil. — Celestino empujó a la pequeña hacia atrás haciéndola caer por el agujero.
—Buen trabajo, ahora procura matar o alejar al grupo de este pueblo. — Ordenó al alcalde una voz que provenía del hoyo.
—Entendido. — Finalizó la conversación Celestino dirigiéndose a la salida de la cueva. Volvió al pinar de la cima y comenzó a hacer ruido con las ramas de los árboles y los infectados fueron atraídos por el sonido. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca alertó a Sergei.


*****

© Estrada Martínez, J.J. 2014

martes, 4 de febrero de 2014

"Tierra muerta: Génesis" - Capítulo 4



Noah y Perla no tardaron en llegar a la puerta de la iglesia, pues la casa de donde habían salido quedaba en frente de ésta.
—¿Entramos los dos o uno se queda en la puerta? — Preguntó el chico.
—Es un sitio inexplorado aún, así que mejor ir dos, cuatro ojos ven mejor que dos. — Propuso la joven.
Noah introdujo la llave en la cerradura y la giró haciendo que la gran entrada quedase abierta. La puerta de madera rechinó mientras se abría y todo estaba en penumbra, exceptuando el altar, que quedaba levemente iluminado por la luz del cirio pascual. El muchacho encendió su linterna y alumbró cada pared y rincón de la planta del edificio y observaron que el lugar estaba limpio de zombis. Sigilosamente se dirigieron a la zona del presbiterio sin bajar la guardia y fueron a una puerta que se hallaba a la izquierda del gran retablo que cubría la pared de gran altura de la iglesia. Era la pequeña sacristía, nada iluminada, solo por un ventanuco que estaba cerrado y no permitía el paso de la luz. El haz de la linterna cruzó cada espacio del cuarto y no parecía haber nada de qué preocuparse. El joven dejó la linterna sobre una mesa e invitó a su amiga a que le ayudase a tirar de la cuerda para que sonasen las campanas de la iglesia. Tiraron hacia abajo y el aviso comenzó a sonar fuertemente por todo el pueblo rebotando en las grandes montañas de piedra que arropaban las casas haciendo más complicado para los no-muertos la localización del sonido. Noah recogió su linterna y fueron a la puerta de la iglesia a esperar a los supervivientes.
En seguida aparecieron Linda, Tony, Sergei y los niños. Perla quedó expectante porque apareciera su hermana al final del grupo, pero al ver que ese momento no llegaba le preguntó a Linda.
—¿Dónde está mi hermana, Linda? — Linda agachó la cabeza, Tony miró a Sergei, el chico le devolvió la mirada y comenzó a hablar.
—Se separó del grupo y... No la hemos vuelto a ver...
—¿¡Qué!? — Dijo mientras se abalanzaba sobre el muchacho. — ¿¡Dime dónde coño está mi hermana pequeña!? — Le exigió mientras lo agarraba con rabia de la camiseta.
—¡Perla, para! ¡Seguro que está en alguna parte! — Le pidió Noah apartándola de Sergei e intentando calmar la situación.
—Está... Está muerta... — Se dijo a sí misma con gran desánimo y cesando en su violencia. 
—¡No tiene por qué estarlo! — Replicó Linda.
La discusión quedó interrumpida por gente que comenzó a aparecer. Traían a algunos niños más y se acercaban casi sin hacer ruido.
—Buenas... No sé si me recordaréis, soy Noah y soy de este pueblo y hemos decidido reunir a todo el mundo en el bar para trazar un plan de de erradicación o de huída. Los que estéis de acuerdo venid con nosotros al bar, los que no, sois libres de marchar. — cuando concluyó su pequeño discurso, se dirigió a su prima — Linda si haces el favor, podrías quedarte con los niños dentro de la iglesia cuidándolos mientras nosotros debatimos. — Finalizó tendiendo la llave del templo a su familiar.
—No te preocupes, yo los pondré a salvo. — Aceptó tomando el objeto.
—Bien, pues si nadie tiene nada que objetar, dirijámonos al bar. El grupo se dividió y los adultos que seguían con vida siguieron a los chicos a la cantina mientras que Linda se quedó a cargo de los pequeños.
Noah abrió la puerta y entraron todos los presentes y tomaron asientos. Uno de ellos, anciano, tomó lugar frente una mesa dando a entender que él iba a presidir la reunión.
—Bien... Como ha dicho este chico, es el momento de tomar una decisión grupal si es que queremos salir de ésta. No sabemos lo que son, hay demasiados, son nuestros seres queridos y no tienen ningún tipo de compasión hacia nosotros. Yo, como alcalde de este pueblo creo que lo más viable es la opción de huída y avisar a las Fuerzas Armadas para que erradiquen este brote de enfermedad infecciosa. Si se descontrola podría ser un desastre de enormes dimensiones.
—Bueno, a fin de cuentas, este señor...
—Mi nombre es Celestino, señorito Noah. — Interrumpió.
—Celestino... — prosiguió — os ha contado lo que mi grupo os quería decir, así que si no hay nada que objetar, es momento de coger a los niños y juntos huir hacia el norte por donde han escapado los demás.
—¡Yo no pienso ir a ninguna parte! — Gritó Perla desde la parte del bar más alejada de la mesa donde presidía Celestino y a su lado Noah. — Estoy cansada de salir corriendo, he perdido a mi abuela y a mi hermana que es lo más importante en mi vida, ¿ya para qué luchar?
—Pero, Perla, Dana puede seguir aún con vida... — Contestó Sergei.
—Pues con más razón no pienso abandonar este pueblo. Esperaré a que ella aparezca o si no me quedaré hasta que mis fuerzas aguanten.
—No digas tonterías... Piensa en tu madre... - Dijo Noah.
—¿Mi madre? ¿Esa que se ha ido huyendo con el rabo entre las piernas dejando a sus hijas a su suerte? Era libre de quedarse o irse, sí, pero una madre no hace eso. — La estancia quedó en mutismo por unos instantes y el alcalde rompió el silencio.
—Bien, pues si no hay nada que objetar cojamos armas, provisiones y reunámonos aquí en media hora y... — De repente un cristal del bar se rompió y entró un muerto viviente por él agarrando la cabeza de uno de los presentes y dándole dentelladas arrancándole la piel de su rostro.
—¡Corred! — Ordenó el guardia civil.
Tony y Noah fueron a la puerta y la abrieron para poder escapar, pero una manada de zombis estaban esperando al grupo de supervivientes e intentaron entrar. Los chicos cerraron la puerta de nuevo, pero los brazos de los infectados quedaron entre medias del vano evitando que se cerrase y dando zarpazos al aire intentando atrapar a cualquier víctima que se hallase a su alcance. Sergei vio que otros zombis entraban por las ventanas rompiéndolas y que eso se iba a convertir en una tumba para todos e ideó rápidamente un plan.
—¡Todos! — se dirigió a los presentes — ¡Poneos en la parte de la puerta donde los brazos no os alcancen y cuando yo avise a Tony y Noah abridla de par en par!
—¿¡Estás loco!? — Le dijo el guardia civil.
—Puedo estar loco, pero también puedo salvaros la vida... Así que... ¡A la de tres...! ¡Una...! ¡Dos...! ¡Y tres! — Sergei cogió una silla de plástico del bar poniendo las patas de esta hacia delante y se dirigió corriendo hacia la puerta abierta por los dos chicos. Los infectados comenzaron a entrar, pero no les dio tiempo a pasar mucho más de la entrada, pues Sergei los había embestido con la silla de plástico.
—¡Corred a la iglesia! — Ordenó Noah.
Todo el grupo salió del bar y se dirigió al santuario, mientras con prisas Noah trataba de ayudar a Sergei a incorporarse y escapar. Tony se dio cuenta de que Perla seguía sentada en la barra del bar sin mover un músculo mientras dos zombis se acercaban hacia ella para devorarla.
—¡Perla! ¿¡Qué haces!? ¡Vamos!
—¡Yo me quedo aquí!
—¡Joder! — Tony corrió hacia la barra del bar y cogiendo dos botellas de cristal se las estampó a los dos zombis en la cabeza sin hacerles daño aparente. Estos se giraron y comenzaron a ir a por el chico. Tony se giró hacia la puerta para escapar y dos sombras de dos personas armadas ordenaron que se agachasen. Con un movimiento raudo el guardia civil cogió la mano de Perla, la tiró al suelo y los dos individuos desconocidos comenzaron con sus escopetas a abrir fuego contra los zombis que habían invadido el bar.
*****
Linda se encontraba en la sacristía de la iglesia mientras esperaba la llegada del grupo. Había cerrado la puerta con llave para que ningún niño saliese y ningún infectado entrase. De repente notó la presencia de alguien que la observaba desde la puerta de la estancia.
—¿Quién anda ahí? — Preguntó.
—Soy Mimí. — Se identificó una voz de niña.
—Oh... Adelante... ¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo? — La invitó Linda. La niña fue hacia donde ella estaba y se abrazó a ella sollozando.
—Sí... Todo esto me da mucho miedo... Quiero llegar a mi casa en la ciudad con mi padre y que todo esto acabe ya...
—No te preocupes. — Contestó Linda mientras la estrechaba cariñosamente entre sus brazos. — Ahora lo que tienes que hacer si quieres que pase eso es hacer caso a los mayores, ¿sabes? Y para que se te pase más rápido deberías ir a jugar con los otros niños.
—No quiero jugar con los otros niños... Se ríen de mí... Dicen que soy rara.
—No eres rara. O bueno... Quizás sí un poco.
—¿Ves? Tú también piensas que soy rara. — Se enfurruñó la cría.
—Sí, lo pienso, ¿y sabes por qué?
—¿Por qué, a ver?
—Porque una niña tan guapa no es normal. — Le contestó con una sonrisa. Mimí miró sus ojos y la volvió a abrazar más fuerte mientras todo volvía a quedar en silencio.
Pasaron unos pocos minutos y Linda comenzó a sentir que se le estaban empezando a dormir las piernas.
—Oye Mimí, ¿por qué no vas un rato a jugar con los otros niños?
—Ya te lo he dicho, se ríen de mí...
—Pero no te preocupes... Ve a jugar y si se ríen vienes y me lo dices y yo les castigo, ¿de acuerdo?
—No.
—Pues si no quieres por lo menos levántate de encima mía... Se me están durmiendo las piernas...
—Vale. — Dijo levantándose. Después la niña se le quedó mirando los ojos y a continuación puso su mirada en el suelo. — ¿Te puedo contar una cosa?
—Claro, cariño, ¿qué es?
—Mmm... Nada... Mejor olvídalo, no es nada...
—¿Estás segura? Puedes confiar en mí, no le diré nada a nadie.
—¡Es que luego me dicen que soy una chivata! — Se volvió a enfurruñar.
—O sea... Que han hecho o están haciendo algo malo estos niños... ¿No es así?
—Sí...
—Y dime, ¿qué están haciendo? No diré que me lo has dicho tú. — La intentó convencer finalizando guiñando un ojo.
—Pues que tres de los niños nuevos han empezado a jugar a lo bestia y se han puesto a morder a los demás... ¡Pero seguro que si se enteran me pegan!
—¿¡Qué!? ¿¡Has dicho que están mordiendo!? — Se levantó de la silla alarmada.
—Sí, y están jugando a cosas que hacen daño.
—¿¡A ti te han hecho algo!?
—No... He venido porque no me gustaba ese juego.
En seguida Linda fue hacia la puerta y miró el panorama de la iglesia. ¡No se lo podía creer! Un montón de niños zombis se dirigían a la sacristía donde se encontraban ella y Mimí. Se volvió dentro del cuarto y buscó su palanca para defenderse, pero no la encontraba. Regresó a la puerta y los niños estaban acercándose cada vez más y alcanzó a ver su arma blanca sobre el altar, pero ya no podía hacer nada, no podía llegar hasta ella sin pasar entre medias de los niños y ser mordida. Regresó otra vez dentro y cerró la enclenque puerta y la bloqueó poniendo la silla como obstáculo. Los niños comenzaron a aporrear y arañar la puerta que no tardaría mucho en ceder. Linda abrazó a Mimí y pensó en lo único que podía hacer, que era gritar ayuda por si el grupo volvía y las escuchaba allí dentro.
—Mimí, ayúdame a pedir ayuda, ¿de acuerdo?
Ambas empezaron a gritar y se dio cuenta Linda del ventanuco. La puerta se veía cada vez más abierta y algunos dedos ya asomaban por ella.
—¡Espérame un momento! ¡Ve a esa pared lejos de la puerta y no dejes de pedir auxilio! — Mimí hizo caso de las palabras de Linda y ésta intentó abrir el pequeño vano en la pared que les podía conducir a la vida. La puertecilla de madera que cerraba el ventanuco estaba muy atascada y a penas a cada intento de abrirla la movía unos milímetros. Tiraba con todas sus fuerzas hacia dentro de la estancia para que se abriera mientras la puerta iba dejando ver ya las manos y algunos brazos de los niños.
    Finalmente logró abrir la ventana y se asomó a ella para ver si era viable la escapada, pero con tan mala fortuna de que tras la puerta de madera del vano aguardaban unos barrotes por los que ni ella ni la niña podían escapar. Se aferró a los barrotes y comenzó a llorar de desesperación mientras los niños aporreaban la puerta y Mimí pedía socorro. De repente, entre tanto bullicio se escuchó la voz de un hombre.
—¡Eh! ¡Las de ahí abajo! ¡Aquí arriba! — Linda se apartó de los barrotes y retrocedió unos pasos hacia atrás. — ¡Eh! ¡Mira hacia arriba! — La joven miró hacia el hueco del techo por donde pasaba la cuerda con las que se tocaban las campanas y vio a un hombre algo mayo asomado desde arriba.
—¡Por favor, ayúdenos! — Suplicó Linda.
—¡Nos os preocupéis! ¡Agarraos a la cuerda de la campana y os subiré!
—¡Oh, gracias a Dios! ¡Muchísimas gracias, señor! ¡Ven Mimí, agárrate a mí! — Linda cogió la cuerda con todas sus fuerzas y Mimí se aferró a ella lo más fuerte que pudo. Al instante la puerta de la sacristía cedió y los niños zombis comenzaron a entrar y a aproximarse a ellas. — ¡Por favor, dese prisa!
El hombre comenzó a tirar hacia arriba de la cuerda y Linda y Mimí comenzaron a ascender dejando abajo a los niños los cuales intentaban morderles y arañarles las piernas sin éxito. Una vez en el campanario el hombre las ayudó completamente a subir y a ponerlas a salvo.
—¡Oh, Dios mío! ¡Muchísimas gracias! ¿Quién es usted? — Preguntó Linda mientras se dejaba caer agotada al suelo con Mimí abrazada a su cintura.
—¿Es que ya no te acuerdas de mí? Soy Vicente, el pescador, por algo os he pescado de ese mar de caníbales.
—¡Ah! ¡Sí! ¡Cierto! Lo siento... Soy mala quedándome con las caras y con todo este follón la verdad estoy muy nerviosa.
—No te preocupes.
—¿Has encontrado a Dana?
La respuesta para el anciano anciano no surgió de su boca debido a que se empezó a escuchar un violento tiroteo en las cercanías. Acto seguido comenzó a aparecer gente que se dirigía a la puerta del templo. Eran Noah y unos cuantos más.
—¡Eh, Noah! ¡No entréis en la iglesia! — Alertó su prima.
El chico la miró y recibió la información correctamente, pero el grupo estaba atrapado, pues un gran número de zombis les estaban acorralando contra la puerta del edificio. El muchacho cogió la escopeta de perdigones de su abuelo y comenzó a hacer frente a los numerosos zombis mientras los demás se defendían con sus palos y objetos afilados.
Finalmente consiguieron acabar con el grupo de infectados y todo pareció quedar en calma.
—¡Aquí arriba estamos bien! ¡Ahora bajamos! — Informó Vicente. Repentinamente se observó cómo algo de gran tamaño llegaba al campanario y empujó al anciano dentro de la iglesia por el hueco por donde había subido a las chicas. Linda, en estado de shock, se asomó al agujero y vio cómo los niños devoraban a aquel buen hombre. Retrocedió tapándole los ojos a Mimí y abrazándola. Después intentó divisar lo que había arrojado al pobre hombre allí dentro y vio que era un buitre que se volvía a dirigir hacia el campanario.
    El grupo que se encontraba a la puerta de la iglesia contempló la escena quedando algo confusos. Noah apuntó con el arma y comenzó a disparar al buitre, pero aparentemente las balas no le hacían ningún perjuicio y otras no lograban alcanzarlo.
—¡Los animales también son afectados por la enfermedad! — Exclamó Sergei. — ¡Tienes que dispararle en la cabeza!
Noah concentrado en apuntar al animal escuchó las palabras de Sergei e intentó apuntar a la cabeza del animal y comenzó a abrir fuego, pero no conseguía darle. El buitre se dirigió violentamente al campanario y envistió a las dos chicas haciendo que Mimí quedase agarrada a un borde del hueco donde abajo la esperaban los niños zombis ansiosos por la carne humana. Linda no tardó en socorrerla pero antes de que pudiese subirla otro buitre apareció y la lanzó por los aires fuera del campanario cayendo sobre un terreno de césped.
    Ahora los dos buitres lanzaban sus ataques intentando alcanzar a la niña que se encontraba colgando dentro del campanario. Ambas aves se posaron en él para comenzar a picotear a la chiquilla, pero nada más tocar el suelo alguien impulsado con un bastón pateó a uno de los buitres haciéndolo caer del campanario. ¡Era Dana! ¡Dana estaba viva! Había conseguido subir al campanario por la parte trasera de la iglesia, la cual era una cuesta que permitía subir por la ladera de una de las montañas que rodeaban la zona. Ahora Dana y el otro ave estaban cara a cara. La chica no bajaba la guardia y el buitre estaba en disposición de atacar sin ningún tipo de reparo. Le lanzó dos picotazos los cuales la joven consiguió esquivar y acto seguido Dana agarró una de las campanas tirando hacia ella y con todas sus fuerzas e impulso la lanzó hacia delante golpeando con ella al buitre y haciéndolo caer fuera del campanario. Se apresuró a salvar a la niña de una muerte segura y le dijo que corriese ladera abajo y se reuniese con el resto del grupo y ésta siguió sus indicaciones. Ambos buitres levantaron de nuevo el vuelo y comenzaron a dar vueltas en círculo alrededor del campanario donde se encontraba Dana. Tras unos instantes se lanzaron violentamente hacia ella. La chica se cubrió para preparar el golpe de las aves pero antes de que llegasen a ella unas ametralladoras acabaron con éstas a escasos metros del campanario haciéndolas caer en picado. La joven dejó de cubrirse, abrió los ojos y observó a lo lejos a cuatro personas a las cuales sonrió y alzó su mano con el dedo pulgar levantado. Eran Tony, Perla y los otros dos tipos que habían conseguido rescatarles del bar. Dana se apresuró a bajar de la iglesia y a reunirse con el grupo de gente en la plaza que quedaba en frente del edificio. Cuando llegó, su hermana la abrazó entre sollozos fuertemente.
—¡Dana! ¿¡Qué te ha pasado!? ¿¡Dónde estabas!? ¿¡Estás bien!?
—¡Sí, Perla, estoy bien! ¡Cuando me dejes de apretujar te cuento lo que ha sucedido! — Dijo en un tono alegre de broma. Su hermana se secó un poco las lágrimas y se soltó del abrazo permitiendo que Dana pudiese explicarse. — Me separé del grupo para atraer a unos zombis y que pudiesen llegar a salvo al pueblo, pero de repente me vi rodeada por ellos y esos dos chicos junto con el pescador me encontraron a tiempo y abrieron fuego contra ellos salvándome la vida.
—Eso explicaría la serie de disparos que escuchamos cuando estuvimos en casa de Noah. — Intervino Tony.
—Seguramente. — Contestó Perla.
Detrás de un muro aparecieron Noah y Linda. El joven había ido a ver el estado de su prima tras la caída. Sólo tenía algunas contusiones y podía andar con dificultad.
—¡Dana! Me alegro de que estés bien... — Le dijo Linda invitándola a abrazarse por el reencuentro.
—Bueno, ¿y vosotros quienes sois? — Preguntó Sergei a los que habían salvado la vida de su amiga.
—Él es Marius y yo soy Yolki. — Respondió uno de ellos. — Somos vecinos nuevos del pueblo.
—¿Y cómo que lleváis esas armas? — Siguió interrogando.
—Sencillo... Somos amantes de las armas. — Contesto con una frase seca. Los jóvenes que tenían un acento de alguna parte de Europa, se alejaron un poco de los demás para hablar entre ellos.
—¿Dónde está Mimí? — Preguntó Dana. — Le dije que viniese con vosotros.
—Aquí no ha venido... - Dijo una mujer de unos cuarenta y muchos años de edad. — Y... Me llamo Paula... — Añadió para presentarse al grupo.
—Dios santo... Le ha tenido que pasar algo... — Se dijo la chica a sí misma preocupada.
—Bien... Entonces somos... Diez personas... Perla, Dana, Sergei, Linda, Tony, los dos chicos nuevos, Paula, Celestino y yo. — Contó Noah. — Podemos hacer un dispositivo de búsqueda para encontrar a Mimí.
—Pero Noah, va a anochecer de aquí a nada, va a ser imposible encontrarla. — Inquirió Sergei.
—Mejor empezar lo antes posible. Dividámonos en grupos y que nadie en ningún momento se quede solo. Barreremos la zona del sur del pueblo.
—¿Y quién te ha dado a ti permiso para decidir sobre las decisiones del grupo? — Añadió Celestino en un tono agresivo.
—Nosotros. — Contestó Yolki por detrás apuntando al viejo con la metralleta. Celestino guardó silencio y dejó a que Noah prosiguiese con el plan.
—Bien los grupos serán los siguientes: Yo y Yolki, grupo uno; Perla y Tony, grupo dos; Dana y Marcus, grupo tres; y Celestino, Sergei, Paula y Linda seréis el grupo cuatro. Grupo dos, vosotros os encargaréis de buscar por las casas, vigilad detrás de las puertas. El grupo tres se encargará de buscar a Mimí por el camino de tierra que parte hacia el sur. El grupo cuatro se atrincherará en mi casa  dijo mientras lanzaba la llave de ésta a su prima — y nos esperará. Yolki y yo iremos a buscarla por el camino que baja al río.
—¡Yo no pienso quedarme parado esperando la muerte! — Se quejó el viejo.
—Celestino... El grupo cuatro cuenta con una lesionada y necesitan dos hombres fuertes que las protejan. — Le contestó Noah intentando convencerlo.
—¡Ni hablar! ¡Yo no me pienso quedar quieto! — Replicó. Noah quedó pensativo unos segundos intentando trazar una modificación viable para el plan.
—Ya lo tengo. De acuerdo, Celestino, usted quiere colaborar. Tú junto con Sergei seréis el grupo cuatro que buscará a la niña por las montañas del oeste y Paula y Linda pasarán a ser el grupo cinco. Paula, por favor, ¿sería mucho pedir que mirases las lesiones de mi prima?
—No hay problema. — Contestó algo tímida.
—Bien, pues en marcha. — Concluyó Tony.
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© Estrada Martínez, J.J. 2014