miércoles, 19 de febrero de 2014

"Tierra muerta: Génesis" - Capítulo 5


Tony y Perla ya habían registrado varias casas de la zona sur del pueblo y no hallaron rastro de la pequeña por ninguna parte. Habían conseguido esquivar a los muertos vivientes que se les habían cruzado en el camino sin necesidad alguna de acabar con ellos ni llamar la atención de otros que se pudiesen sentir atraídos por el barullo que se montaría al enfrentar a uno de ellos.

Entraron a la última casa de la zona. Ya había anochecido y se tenían que valer de linternas, aunque en aquel estrecho valle la luna brillaba intensamente permitiendo ver algo en lo que sería una oscuridad plena en la calle. Tony se encargó de inspeccionar la planta baja y el garaje mientras Perla se encargaba de la planta de arriba. Ni por la cocina ni por el salón había señal de que hubiese estado por allí Mimí y tampoco de ningún tipo de amenaza. Era la hora de buscar en el garaje y con escrupuloso cuidado abrió la puerta que conducía a él. Lo que él se temía, estaba todo manga por hombro y tendría que buscar bien a la niña sin llamar mucho la atención por si algún infectado aguardaba allí para atacarle. Mientras sorteaba cajas y caminaba entre estanterías escuchó un ruido, como si alguien se hubiese movido tratando de esconderse.
—¿Mimí? — Preguntó esperando una respuesta, mas no obtuvo contestación. Enfocó con su linterna a una de las estanterías y agarró una palanca, si debía disparar eso atraería la atención de los otros zombis y podría significar el fin de él y Perla si éstos se amontonaban alrededor de la casa y conseguían entrar. Con cautela se dirigió al fondo del garaje donde él había escuchado el ruido.
—Mimí, si estás ahí responde, me llamo Tony, no te voy a hacer daño, vengo a llevarte con nosotros.

Siguió caminando atravesando el silencio de la estancia hasta que por fin llegó al lugar de donde había provenido el sonido. Enfocó hacia adelante y nada. No había nada. Se volteó para salir de aquel lugar y a su espalda volvió a escuchar aquel movimiento. Se giró y volvió a enfocar hacia adelante. Nada. Ahora cayó en la cuenta de enfocar hacia el suelo por si la niña se encontraba agachada, pero en lugar de eso encontró cómo unas ratas estaban devorando a un infectado que ya no poseía la parte de abajo de su cuerpo y se arrastraba lentamente hacia Tony. Éste se tapo la boca horrorizado por la imagen y por el mal olor y dio unos cortos pasos hacia atrás apartándose del muerto viviente. A los segundos reaccionó ante la situación y asestó un golpe con la palanca a la cabeza de aquel ser aplastando su cráneo y dejándolo muerto de nuevo. Debido a la agresión numerosas ratas salieron por la parte inferior del cuerpo correteando por todo el garaje. Esto sorprendió al guardia civil y dio un pequeño respingo debido a su sorpresa. Como a nadie le gustan las ratas, y él no era la excepción, se apresuró a salir de allí y llegó hasta la cocina cerrando la puerta a sus espaldas y dando un aliviado suspiro por estar a salvo. Una vez calmado se dirigió a la parte de abajo de las escaleras que conducían a los pisos de arriba.
—¿Perla? — Preguntó.
—Estoy aquí arriba, ven.
—¿Está todo bien?
—Sí.

Tony emprendió la subida con cautela por si la joven se había dejado algún rincón sin mirar y pudiese encontrarse con alguna que otra sorpresa. Una vez hubo llegado al piso superior buscó por el distribuidor a Perla.
—¿Dónde estás?
—En la habitación de matrimonio.
Observó entre las puertas abiertas cuál tenía la cama más grande y se dirigió hacia ella. Allí estaba Perla, sentada en el lecho con los brazos estirados y las manos apoyadas tras de sí mirando el cielo nocturno.
—Ven, siéntate. — Invitó la joven al guardia civil.
Tony terminó de atravesar el marco de la puerta y se sentó al lado de Perla sin saber qué quería.
—¿Has encontrado a Mimí por ahí abajo?
—No... Ni rastro de ella... Eso sí, en el garaje he tenido que matar a una de esas cosas. Ha sido muy desagradable, se lo estaban comiendo unas ratas.
—Agh... Sí que es repugnante... — Dijo la joven poniendo cara de asco. Pasaron unos segundos de silencio y continuó hablando. — Llevo aquí un rato sentada. En esta planta tampoco hay rastro de ningún zombi ni de la niña... Estoy cansada. Esta era la última casa por registrar por la única parte del pueblo por la que podría haber escapado sin que nos hubiésemos dado cuenta...
—Quizás alguien ya la haya encontrado, piensa que estamos peinando bien la zona.
—Eso espero. Ojalá esté bien... — Continuaron un rato más sentados en silencio mirando por la ventana la oscuridad de la noche hasta que Perla volvió de nuevo a interrumpir el silencio. — ¿Sabes? He estado pensando.
—¿En qué? — Preguntó extrañado.
—En que al haber creído que mi hermana pequeña estaba muerta me ha hecho darme cuenta de la fugacidad de la vida. Sin darnos cuenta se va pasando y se nos pasan las oportunidades y las experiencias como si no importasen, y la verdad... Ahora que podemos morir en cualquier momento... Pienso que es mejor vivir la vida como si fuera el último momento y más en esta situación.
—Sí... Bueno... Es una forma de pensar. — Interrumpió el agente. Tras esto volvió a surgir otro silencio que volvió a interrumpir la joven.
—¿Cuántas noches más tendremos el privilegio de ver una luna como ésta? Siempre he dado demasiada importancia a cosas que no las tenían o que no eran tan importantes y he desaprovechado muchos momentos. Por ejemplo, mi virginidad, nunca se la he dado a nadie y ahora el pensar que puedo morir sin vivir esa experiencia que todo el mundo cuenta que es alucinante... — Tony giró la cabeza y la miró extrañado. De repente sintió los dedos de la joven acariciando los suyos.
—¿Quieres...? — Preguntó tímidamente el guardia civil.
    Perla se incorporó de su posición, miró la cara del agente y le contestó.
—Quiero.
Al instante ella se abalanzó sobre él y se unieron en un sensual abrazo mientras se besaban y se iban desnudando. La luz de la luna ambientó este momento tan especial en una noche azul para ambos dejando que fluyese su pasión por aquella vieja cama de matrimonio.

*****

—Parece que no tienes nada grave, sólo el golpe. — Informó Paula a Linda sobre la contusión que había sufrido mientras le bajaba el jersey que vestía.
—Gracias por cuidarme.
—No hay de qué.
Linda se lo agradeció con un cariñoso abrazo.
—Oye... ¿Y tú familia? — Preguntó la joven a la mujer.
—Todos... Todos han caído... Mis ancianos padres, mi marido, mis hijos... Todos...
—Vaya... Lo siento mucho...
—Pero ellos querrían que yo fuese fuerte y valiente y tratase de sobrevivir... ¿Y qué ha sido de los tuyos?
—También... Mis padres, mis abuelos, mis hermanos, mis sobrinos... — Contestó Linda cabizbaja.
—Te entiendo... Lo siento yo también... — Se compadeció afligida.
Ambas quedaron mirando por la ventana sin pensar nada, mirando por instinto, por si veían a algún infectado acercarse a la casa.
—Llegarán con hambre, ¿me ayudas a preparar algo de cenar? — Propuso Paula levantándose del sofá donde estaban sentadas.
—Claro, encantada. — Contestó.

*****

Dana y Marius ya llevaban un largo camino recorrido. El sendero de tierra que se alejaba del pueblo hacia el sur conducía al cementerio. No habían cruzado palabra alguna entre ellos por timidez, sólo observaban los laterales del camino esperando encontrar a la niña.
—¿Podemos ir hacia el cementerio? — Se dignó a hablar la joven preguntando.
—¿Para qué quieres ir ahí? — Respondió en un tono descortés.
—Sólo quiero orar a nuestros ancestros para que nos protejan. — Replicó Dana. — ¿Te da miedo?
—Mmm... No, no me da miedo. De acuerdo... Aunque no creo que sirva de mucho si son los muertos los que nos matan.  — Accedió Marius sin mucho entusiasmo.
Dana le lanzó una mirada asesina y puso rumbo al cementerio. El camino era algo angosto y más ahora que había oscurecido casi por completo. Tras inspeccionar el sendero que conducía hasta él por si se encontraba por allí Mimí, llegaron a la puerta del campo santo. Sobre el arco que adornaba la puerta había posada una bandada de cuervos que lo hacían todo más siniestro. La chica se adelantó y abrió la puerta mientras Marius la seguía por detrás vigilando que todo estuviese en orden. Dana se arrodilló frente a una lápida y comenzó a llorar y a decir plegarias. El joven se acercó hasta donde se encontraba ella y vio que la lápida era del abuelo de la joven y ésta en seguida comenzó a dar puñetazos de rabia a la tierra que había frente a la lápida. De repente una mano salió del suelo y agarró a la joven de la muñeca y gritó con un estruendoso chillido. Esto alertó a Marius y en seguida partió la esquelética mano que había emergido de entre la tierra y alejó a Dana de esa tumba mientras observaban cómo un esqueleto salía de su sepultura. Desconcertados observaron a su alrededor y comenzaron a ver que el mismo suceso se empezaba a dar en las otras tumbas y en unos instantes se vieron rodeados de esqueletos andantes.
—¿¡Qué cojones...!? — Exclamó Marius.
Dana apoyó su espalda contra la del chico para salvaguardarse el uno al otro mientras los cuerpos putrefactos los rodeaban y se aproximaban más a ellos.
—¿Qué hacemos? — Preguntó Dana.
—Pues de momento... ¡Acaba con los que puedas y sal corriendo hacia la puerta!
Marius comenzó a disparar a los no muertos a la cabeza y Dana con su vara los golpeaba reventándoles el cráneo mientras corrían hacia la entrada del cementerio. Ya había anochecido completamente y el camino que llevaba de regreso al pueblo podía distinguirse gracias a la brillante luna de aquella noche. Nada más salir se giraron y cerraron la puerta con el gran cerrojo que aseguraba su bloqueo, pero los esqueletos comenzaron a saltar el pequeño murete que rodeaba el recinto y comenzaban a seguirles. Se alejaron corriendo por el sendero y por fin consiguieron librarse de ellos. Pararon de correr a mitad de camino para detenerse a recuperar el aliento. Marius miró a Dana y ella lo miró a él y en un impulso se empezaron a besar, como si de una mala y forzada película romántica se tratara debido a su juventud y en consecuencia a sus hormonas, aunque Marius le sacaba casi diez años. Tras unos segundos del intenso beso comenzaron a oír el graznido de un cuervo a sus espaldas. El chico se giró y vio sobre un árbol seco una bandada de esas aves posadas mirándolos fijamente. Tras la experiencia con los buitres se temía lo peor y sigilosamente agarró la mano de la chica. Respiró lentamente y con un movimiento rápido comenzó a correr hacia el pueblo mientras tiraba de Dana impidiéndola detenerse. La bandada de cuervos alzó el vuelo y comenzó a perseguirles y a lanzarse en picado contra ellos, sin lograr herirles en su misión. Cuando llegaron al núcleo de población algunas de las aves comenzaron a desorientarse entre las casas y los jóvenes corrían hacia donde estaban Paula y Linda. Se pararon frente a la puerta y Marius intentó abrirla, pero estaba cerrada con llave.
—¡Abrid! — Ordenó a las mujeres que se encontraban dentro mientras aporreaba la puerta.
Tras unos instantes se oyó cómo la llave giraba y les abría Paula.
—¿Qué sucede? — Preguntó extrañada y asustada.
—¿No hay tiempo para explicaciones, lumbreras! — Gritó mientras hacía que Dana se metiese dentro. — ¡¡Argh!! — Exclamó tras ser herido por el picotazo de una de esas aves causándole una herida en el hombro. — ¡Vamos cierra! — Ordenó mientras se introducía en la casa.

Al entrar los tres cerraron la puerta con fuerza y Paula selló con llave y se comenzó a escuchar cómo algunos de los cuervos se estrellaban contra el pórtico con tremenda violencia. Al cesar los golpes los tres suspiraron aliviados. Dana miró al frente y se percató de que el cuervo que había atacado a Marius había entrado en la casa y estaba posado en una lámpara tragándose el trozo de carne que había arrancado del chico.
—¡Cuidado! — Exclamó la joven.
Antes de que los demás pudiesen percatarse del peligro del cuervo se oyó un disparo y se vio cómo el ave caía al suelo sin la cabeza. Linda salió de la cocina con la pistola en las manos mirando al cuervo que había derribado. Se detuvo en mitad del recibidor, miró a los otros tres y preguntó:
—¿Estáis bien?

*****

Sergei y Celestino habían conseguido llegar a la cima de la pequeña montaña que quedaba al este del pueblo. No les había sido fácil debido a la pendiente y a que el único camino que había era estrecho y complicado y en algunos puntos se cortaba. Finalmente comenzaron a buscar por la cima donde había un extenso pinar.
—Sabe, ahora que esto parece que es el fin del mundo creo que ha llegado de ser valiente en esta vida, le voy a decir a Dana que la amo. — Rompió el silencio Sergei abriendo su corazón y mostrando sus sentimientos esperando algún sabio consejo de aquel anciano.
—Haz lo que quieras. — Contestó con un mal tono de voz.
—Celestino, perdone, pero, ¿por qué es así de desagradable con los demás? — Le preguntó Sergei mientras buscaba a Mimí entre los árboles del bosque.
—No puedo consentir que un criajo tome las decisiones del grupo poniéndonos a todos en peligro, quién sabe si ya haya muerto alguno de nosotros por dividirnos para buscar a esa estúpida niña.
—Pero... Si fuese tu hija seguro que moverías tierra, mar y aire por buscarla, ya sé que no es familia de ninguno de nosotros y no sabemos el paradero de sus padres, pero confío en las decisiones de Noah, es un chico maduro para su edad y además ha recibido el apoyo de todos nosotros.
—¿¡De todos nosotros!? — Preguntó sabiendo a lo que Sergei sabía se refería con esa pregunta.
—Bueno, todos menos usted...
—Llevo siendo el alcalde de esta aldea más de diez años, ¿crees que no sé liderar un grupo pequeño de gente?
—Quizás si se calmase un poco podrían darle un voto de confianza.
—Ya da igual, todos me odian sin motivo aparente, ya sé que parezco un viejo carcamal, pero sólo quiero el bien del grupo y sobrevivir.
Sergei fue comprensivo con el anciano y guardó silencio tras esas palabras. Mientras siguieron buscando entre los árboles. Todo estaba en calma, sólo se escuchaba el rumor del aire, pero de repente la tranquilidad quedó interrumpida al escucharse a alguien correr entre la maleza.
—¿¡Lo has escuchado!? ¿¡Qué ha sido eso!? — Preguntó Sergei inquieto.
—No lo sé, pero lo mejor será dividirnos, al menos uno de nosotros tiene que sobrevivir para encontrar a la niña o para informar de nuestra situación al resto del grupo. Tu continúa buscando, quizás sólo haya sido un animal, un ciervo, un corzo o algo de eso. Yo voy a seguirlo y me voy a asegurar de que estamos a salvo.
—De acuerdo... ¡Suerte! — Le dijo dándole la mano siendo consciente de que igual nunca se volverían a encontrar... Al menos con vida.

Sergei continuó caminando entre los árboles con la inquietud de que a cada paso que daba se podía encontrar con la muerte detrás de uno de esos troncos. Caminó alrededor de media hora hasta que en vez de sonar el ruido de piedras pisadas debajo de sus pies sonó algo diferente. Dio un paso hacia atrás y observó con detenimiento de qué se trataba. Era un papel plegado, parecía que había caído ahí hacía mucho tiempo debido a que estaba manchado no sólo por su suela. Se agachó a recogerlo y cuando se incorporó se apresuró a desplegarlo para ver que contenía. Parecía un plano de un edificio moderno debido a que la situación de lo que se suponía que eran estancias era bastante regular, pero en cambio los pasillos resultaban algo laberínticos. Se percató de que el mapa era mudo, es decir, no había ningún tipo de indicación salvo una estrella que indicaba los puntos cardinales. De repente escuchó a Celestino gritar:
—¡Sergei! ¡Estés donde estés! ¡Corre hacia el pueblo! ¡Rápido!

*****

Celestino siguió con cautela a aquello que se hubiese movido entre los árboles y se apresuró para poder alcanzar a ver lo que sea que fuere. En medio de un claro se paró y bajó la guardia guardando su arma.
—Está bien, puedes salir de tu escondite. — Dijo sin mirar a un punto fijo de los límites del claro.
    Se empezó a escuchar ramas moviéndose a su izquierda y allí se dejó ver a aquello que había estado persiguiendo. El anciano estaba de suerte, ¡era Mimí!
—Ven aquí, pequeña, soy de los buenos, te voy a llevar con Linda, Perla, Dana, Noah,... Ya estás a salvo. — Le dijo en tono simpático y de confianza.
Mimí sin mediar palabra alguna corrió hacia el anciano y se abrazó a su pantalón sollozando. Celestino quedó conmovido por la situación, pero la emoción del momento duró poco pues de entre los árboles comenzó a aparecer un pequeño grupo de infectados.
—¡Corramos! — Le dijo a la pequeña mientras sacaba su arma en caso de que tuviese que defenderse.
El anciano tiraba de la mano de la pequeña y se dirigió a la ladera de la montaña por donde se apresuró a bajar por la pared de piedra en la que se hundían numerosas cuevas y se escondieron en una de ellas.
—Ve un poco más hacia el fondo, así seremos menos visibles para ellos. — Le ordenó a la niña para que se adentrase más en aquella covacha.
Mimí dio unos pasos hacia atrás asustada y casi cae por un agujero que había allí dentro, pero fue hábil y mantuvo el equilibrio y se contuvo en silencio. Celestino estuvo unos pocos minutos asegurándose de que los zombis no habían podido seguirles el rastro.
—Bien, pequeña, creo que ya podemos salir de aquí y dirigirnos con los demás. — Dijo sonriendo el viejo mientras se acercaba tendiéndole la mano a Mimí. La niña alargó su brazo aliviada al estar a salvo de esos monstruos, pero de repente vio que el anciano seguía adelante con la mano esquivando la suya y se dirigía hacia su pecho. — Gracias por habérmelo puesto tan fácil. — Celestino empujó a la pequeña hacia atrás haciéndola caer por el agujero.
—Buen trabajo, ahora procura matar o alejar al grupo de este pueblo. — Ordenó al alcalde una voz que provenía del hoyo.
—Entendido. — Finalizó la conversación Celestino dirigiéndose a la salida de la cueva. Volvió al pinar de la cima y comenzó a hacer ruido con las ramas de los árboles y los infectados fueron atraídos por el sonido. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca alertó a Sergei.


*****

© Estrada Martínez, J.J. 2014

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