martes, 4 de febrero de 2014

"Tierra muerta: Génesis" - Capítulo 4



Noah y Perla no tardaron en llegar a la puerta de la iglesia, pues la casa de donde habían salido quedaba en frente de ésta.
—¿Entramos los dos o uno se queda en la puerta? — Preguntó el chico.
—Es un sitio inexplorado aún, así que mejor ir dos, cuatro ojos ven mejor que dos. — Propuso la joven.
Noah introdujo la llave en la cerradura y la giró haciendo que la gran entrada quedase abierta. La puerta de madera rechinó mientras se abría y todo estaba en penumbra, exceptuando el altar, que quedaba levemente iluminado por la luz del cirio pascual. El muchacho encendió su linterna y alumbró cada pared y rincón de la planta del edificio y observaron que el lugar estaba limpio de zombis. Sigilosamente se dirigieron a la zona del presbiterio sin bajar la guardia y fueron a una puerta que se hallaba a la izquierda del gran retablo que cubría la pared de gran altura de la iglesia. Era la pequeña sacristía, nada iluminada, solo por un ventanuco que estaba cerrado y no permitía el paso de la luz. El haz de la linterna cruzó cada espacio del cuarto y no parecía haber nada de qué preocuparse. El joven dejó la linterna sobre una mesa e invitó a su amiga a que le ayudase a tirar de la cuerda para que sonasen las campanas de la iglesia. Tiraron hacia abajo y el aviso comenzó a sonar fuertemente por todo el pueblo rebotando en las grandes montañas de piedra que arropaban las casas haciendo más complicado para los no-muertos la localización del sonido. Noah recogió su linterna y fueron a la puerta de la iglesia a esperar a los supervivientes.
En seguida aparecieron Linda, Tony, Sergei y los niños. Perla quedó expectante porque apareciera su hermana al final del grupo, pero al ver que ese momento no llegaba le preguntó a Linda.
—¿Dónde está mi hermana, Linda? — Linda agachó la cabeza, Tony miró a Sergei, el chico le devolvió la mirada y comenzó a hablar.
—Se separó del grupo y... No la hemos vuelto a ver...
—¿¡Qué!? — Dijo mientras se abalanzaba sobre el muchacho. — ¿¡Dime dónde coño está mi hermana pequeña!? — Le exigió mientras lo agarraba con rabia de la camiseta.
—¡Perla, para! ¡Seguro que está en alguna parte! — Le pidió Noah apartándola de Sergei e intentando calmar la situación.
—Está... Está muerta... — Se dijo a sí misma con gran desánimo y cesando en su violencia. 
—¡No tiene por qué estarlo! — Replicó Linda.
La discusión quedó interrumpida por gente que comenzó a aparecer. Traían a algunos niños más y se acercaban casi sin hacer ruido.
—Buenas... No sé si me recordaréis, soy Noah y soy de este pueblo y hemos decidido reunir a todo el mundo en el bar para trazar un plan de de erradicación o de huída. Los que estéis de acuerdo venid con nosotros al bar, los que no, sois libres de marchar. — cuando concluyó su pequeño discurso, se dirigió a su prima — Linda si haces el favor, podrías quedarte con los niños dentro de la iglesia cuidándolos mientras nosotros debatimos. — Finalizó tendiendo la llave del templo a su familiar.
—No te preocupes, yo los pondré a salvo. — Aceptó tomando el objeto.
—Bien, pues si nadie tiene nada que objetar, dirijámonos al bar. El grupo se dividió y los adultos que seguían con vida siguieron a los chicos a la cantina mientras que Linda se quedó a cargo de los pequeños.
Noah abrió la puerta y entraron todos los presentes y tomaron asientos. Uno de ellos, anciano, tomó lugar frente una mesa dando a entender que él iba a presidir la reunión.
—Bien... Como ha dicho este chico, es el momento de tomar una decisión grupal si es que queremos salir de ésta. No sabemos lo que son, hay demasiados, son nuestros seres queridos y no tienen ningún tipo de compasión hacia nosotros. Yo, como alcalde de este pueblo creo que lo más viable es la opción de huída y avisar a las Fuerzas Armadas para que erradiquen este brote de enfermedad infecciosa. Si se descontrola podría ser un desastre de enormes dimensiones.
—Bueno, a fin de cuentas, este señor...
—Mi nombre es Celestino, señorito Noah. — Interrumpió.
—Celestino... — prosiguió — os ha contado lo que mi grupo os quería decir, así que si no hay nada que objetar, es momento de coger a los niños y juntos huir hacia el norte por donde han escapado los demás.
—¡Yo no pienso ir a ninguna parte! — Gritó Perla desde la parte del bar más alejada de la mesa donde presidía Celestino y a su lado Noah. — Estoy cansada de salir corriendo, he perdido a mi abuela y a mi hermana que es lo más importante en mi vida, ¿ya para qué luchar?
—Pero, Perla, Dana puede seguir aún con vida... — Contestó Sergei.
—Pues con más razón no pienso abandonar este pueblo. Esperaré a que ella aparezca o si no me quedaré hasta que mis fuerzas aguanten.
—No digas tonterías... Piensa en tu madre... - Dijo Noah.
—¿Mi madre? ¿Esa que se ha ido huyendo con el rabo entre las piernas dejando a sus hijas a su suerte? Era libre de quedarse o irse, sí, pero una madre no hace eso. — La estancia quedó en mutismo por unos instantes y el alcalde rompió el silencio.
—Bien, pues si no hay nada que objetar cojamos armas, provisiones y reunámonos aquí en media hora y... — De repente un cristal del bar se rompió y entró un muerto viviente por él agarrando la cabeza de uno de los presentes y dándole dentelladas arrancándole la piel de su rostro.
—¡Corred! — Ordenó el guardia civil.
Tony y Noah fueron a la puerta y la abrieron para poder escapar, pero una manada de zombis estaban esperando al grupo de supervivientes e intentaron entrar. Los chicos cerraron la puerta de nuevo, pero los brazos de los infectados quedaron entre medias del vano evitando que se cerrase y dando zarpazos al aire intentando atrapar a cualquier víctima que se hallase a su alcance. Sergei vio que otros zombis entraban por las ventanas rompiéndolas y que eso se iba a convertir en una tumba para todos e ideó rápidamente un plan.
—¡Todos! — se dirigió a los presentes — ¡Poneos en la parte de la puerta donde los brazos no os alcancen y cuando yo avise a Tony y Noah abridla de par en par!
—¿¡Estás loco!? — Le dijo el guardia civil.
—Puedo estar loco, pero también puedo salvaros la vida... Así que... ¡A la de tres...! ¡Una...! ¡Dos...! ¡Y tres! — Sergei cogió una silla de plástico del bar poniendo las patas de esta hacia delante y se dirigió corriendo hacia la puerta abierta por los dos chicos. Los infectados comenzaron a entrar, pero no les dio tiempo a pasar mucho más de la entrada, pues Sergei los había embestido con la silla de plástico.
—¡Corred a la iglesia! — Ordenó Noah.
Todo el grupo salió del bar y se dirigió al santuario, mientras con prisas Noah trataba de ayudar a Sergei a incorporarse y escapar. Tony se dio cuenta de que Perla seguía sentada en la barra del bar sin mover un músculo mientras dos zombis se acercaban hacia ella para devorarla.
—¡Perla! ¿¡Qué haces!? ¡Vamos!
—¡Yo me quedo aquí!
—¡Joder! — Tony corrió hacia la barra del bar y cogiendo dos botellas de cristal se las estampó a los dos zombis en la cabeza sin hacerles daño aparente. Estos se giraron y comenzaron a ir a por el chico. Tony se giró hacia la puerta para escapar y dos sombras de dos personas armadas ordenaron que se agachasen. Con un movimiento raudo el guardia civil cogió la mano de Perla, la tiró al suelo y los dos individuos desconocidos comenzaron con sus escopetas a abrir fuego contra los zombis que habían invadido el bar.
*****
Linda se encontraba en la sacristía de la iglesia mientras esperaba la llegada del grupo. Había cerrado la puerta con llave para que ningún niño saliese y ningún infectado entrase. De repente notó la presencia de alguien que la observaba desde la puerta de la estancia.
—¿Quién anda ahí? — Preguntó.
—Soy Mimí. — Se identificó una voz de niña.
—Oh... Adelante... ¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo? — La invitó Linda. La niña fue hacia donde ella estaba y se abrazó a ella sollozando.
—Sí... Todo esto me da mucho miedo... Quiero llegar a mi casa en la ciudad con mi padre y que todo esto acabe ya...
—No te preocupes. — Contestó Linda mientras la estrechaba cariñosamente entre sus brazos. — Ahora lo que tienes que hacer si quieres que pase eso es hacer caso a los mayores, ¿sabes? Y para que se te pase más rápido deberías ir a jugar con los otros niños.
—No quiero jugar con los otros niños... Se ríen de mí... Dicen que soy rara.
—No eres rara. O bueno... Quizás sí un poco.
—¿Ves? Tú también piensas que soy rara. — Se enfurruñó la cría.
—Sí, lo pienso, ¿y sabes por qué?
—¿Por qué, a ver?
—Porque una niña tan guapa no es normal. — Le contestó con una sonrisa. Mimí miró sus ojos y la volvió a abrazar más fuerte mientras todo volvía a quedar en silencio.
Pasaron unos pocos minutos y Linda comenzó a sentir que se le estaban empezando a dormir las piernas.
—Oye Mimí, ¿por qué no vas un rato a jugar con los otros niños?
—Ya te lo he dicho, se ríen de mí...
—Pero no te preocupes... Ve a jugar y si se ríen vienes y me lo dices y yo les castigo, ¿de acuerdo?
—No.
—Pues si no quieres por lo menos levántate de encima mía... Se me están durmiendo las piernas...
—Vale. — Dijo levantándose. Después la niña se le quedó mirando los ojos y a continuación puso su mirada en el suelo. — ¿Te puedo contar una cosa?
—Claro, cariño, ¿qué es?
—Mmm... Nada... Mejor olvídalo, no es nada...
—¿Estás segura? Puedes confiar en mí, no le diré nada a nadie.
—¡Es que luego me dicen que soy una chivata! — Se volvió a enfurruñar.
—O sea... Que han hecho o están haciendo algo malo estos niños... ¿No es así?
—Sí...
—Y dime, ¿qué están haciendo? No diré que me lo has dicho tú. — La intentó convencer finalizando guiñando un ojo.
—Pues que tres de los niños nuevos han empezado a jugar a lo bestia y se han puesto a morder a los demás... ¡Pero seguro que si se enteran me pegan!
—¿¡Qué!? ¿¡Has dicho que están mordiendo!? — Se levantó de la silla alarmada.
—Sí, y están jugando a cosas que hacen daño.
—¿¡A ti te han hecho algo!?
—No... He venido porque no me gustaba ese juego.
En seguida Linda fue hacia la puerta y miró el panorama de la iglesia. ¡No se lo podía creer! Un montón de niños zombis se dirigían a la sacristía donde se encontraban ella y Mimí. Se volvió dentro del cuarto y buscó su palanca para defenderse, pero no la encontraba. Regresó a la puerta y los niños estaban acercándose cada vez más y alcanzó a ver su arma blanca sobre el altar, pero ya no podía hacer nada, no podía llegar hasta ella sin pasar entre medias de los niños y ser mordida. Regresó otra vez dentro y cerró la enclenque puerta y la bloqueó poniendo la silla como obstáculo. Los niños comenzaron a aporrear y arañar la puerta que no tardaría mucho en ceder. Linda abrazó a Mimí y pensó en lo único que podía hacer, que era gritar ayuda por si el grupo volvía y las escuchaba allí dentro.
—Mimí, ayúdame a pedir ayuda, ¿de acuerdo?
Ambas empezaron a gritar y se dio cuenta Linda del ventanuco. La puerta se veía cada vez más abierta y algunos dedos ya asomaban por ella.
—¡Espérame un momento! ¡Ve a esa pared lejos de la puerta y no dejes de pedir auxilio! — Mimí hizo caso de las palabras de Linda y ésta intentó abrir el pequeño vano en la pared que les podía conducir a la vida. La puertecilla de madera que cerraba el ventanuco estaba muy atascada y a penas a cada intento de abrirla la movía unos milímetros. Tiraba con todas sus fuerzas hacia dentro de la estancia para que se abriera mientras la puerta iba dejando ver ya las manos y algunos brazos de los niños.
    Finalmente logró abrir la ventana y se asomó a ella para ver si era viable la escapada, pero con tan mala fortuna de que tras la puerta de madera del vano aguardaban unos barrotes por los que ni ella ni la niña podían escapar. Se aferró a los barrotes y comenzó a llorar de desesperación mientras los niños aporreaban la puerta y Mimí pedía socorro. De repente, entre tanto bullicio se escuchó la voz de un hombre.
—¡Eh! ¡Las de ahí abajo! ¡Aquí arriba! — Linda se apartó de los barrotes y retrocedió unos pasos hacia atrás. — ¡Eh! ¡Mira hacia arriba! — La joven miró hacia el hueco del techo por donde pasaba la cuerda con las que se tocaban las campanas y vio a un hombre algo mayo asomado desde arriba.
—¡Por favor, ayúdenos! — Suplicó Linda.
—¡Nos os preocupéis! ¡Agarraos a la cuerda de la campana y os subiré!
—¡Oh, gracias a Dios! ¡Muchísimas gracias, señor! ¡Ven Mimí, agárrate a mí! — Linda cogió la cuerda con todas sus fuerzas y Mimí se aferró a ella lo más fuerte que pudo. Al instante la puerta de la sacristía cedió y los niños zombis comenzaron a entrar y a aproximarse a ellas. — ¡Por favor, dese prisa!
El hombre comenzó a tirar hacia arriba de la cuerda y Linda y Mimí comenzaron a ascender dejando abajo a los niños los cuales intentaban morderles y arañarles las piernas sin éxito. Una vez en el campanario el hombre las ayudó completamente a subir y a ponerlas a salvo.
—¡Oh, Dios mío! ¡Muchísimas gracias! ¿Quién es usted? — Preguntó Linda mientras se dejaba caer agotada al suelo con Mimí abrazada a su cintura.
—¿Es que ya no te acuerdas de mí? Soy Vicente, el pescador, por algo os he pescado de ese mar de caníbales.
—¡Ah! ¡Sí! ¡Cierto! Lo siento... Soy mala quedándome con las caras y con todo este follón la verdad estoy muy nerviosa.
—No te preocupes.
—¿Has encontrado a Dana?
La respuesta para el anciano anciano no surgió de su boca debido a que se empezó a escuchar un violento tiroteo en las cercanías. Acto seguido comenzó a aparecer gente que se dirigía a la puerta del templo. Eran Noah y unos cuantos más.
—¡Eh, Noah! ¡No entréis en la iglesia! — Alertó su prima.
El chico la miró y recibió la información correctamente, pero el grupo estaba atrapado, pues un gran número de zombis les estaban acorralando contra la puerta del edificio. El muchacho cogió la escopeta de perdigones de su abuelo y comenzó a hacer frente a los numerosos zombis mientras los demás se defendían con sus palos y objetos afilados.
Finalmente consiguieron acabar con el grupo de infectados y todo pareció quedar en calma.
—¡Aquí arriba estamos bien! ¡Ahora bajamos! — Informó Vicente. Repentinamente se observó cómo algo de gran tamaño llegaba al campanario y empujó al anciano dentro de la iglesia por el hueco por donde había subido a las chicas. Linda, en estado de shock, se asomó al agujero y vio cómo los niños devoraban a aquel buen hombre. Retrocedió tapándole los ojos a Mimí y abrazándola. Después intentó divisar lo que había arrojado al pobre hombre allí dentro y vio que era un buitre que se volvía a dirigir hacia el campanario.
    El grupo que se encontraba a la puerta de la iglesia contempló la escena quedando algo confusos. Noah apuntó con el arma y comenzó a disparar al buitre, pero aparentemente las balas no le hacían ningún perjuicio y otras no lograban alcanzarlo.
—¡Los animales también son afectados por la enfermedad! — Exclamó Sergei. — ¡Tienes que dispararle en la cabeza!
Noah concentrado en apuntar al animal escuchó las palabras de Sergei e intentó apuntar a la cabeza del animal y comenzó a abrir fuego, pero no conseguía darle. El buitre se dirigió violentamente al campanario y envistió a las dos chicas haciendo que Mimí quedase agarrada a un borde del hueco donde abajo la esperaban los niños zombis ansiosos por la carne humana. Linda no tardó en socorrerla pero antes de que pudiese subirla otro buitre apareció y la lanzó por los aires fuera del campanario cayendo sobre un terreno de césped.
    Ahora los dos buitres lanzaban sus ataques intentando alcanzar a la niña que se encontraba colgando dentro del campanario. Ambas aves se posaron en él para comenzar a picotear a la chiquilla, pero nada más tocar el suelo alguien impulsado con un bastón pateó a uno de los buitres haciéndolo caer del campanario. ¡Era Dana! ¡Dana estaba viva! Había conseguido subir al campanario por la parte trasera de la iglesia, la cual era una cuesta que permitía subir por la ladera de una de las montañas que rodeaban la zona. Ahora Dana y el otro ave estaban cara a cara. La chica no bajaba la guardia y el buitre estaba en disposición de atacar sin ningún tipo de reparo. Le lanzó dos picotazos los cuales la joven consiguió esquivar y acto seguido Dana agarró una de las campanas tirando hacia ella y con todas sus fuerzas e impulso la lanzó hacia delante golpeando con ella al buitre y haciéndolo caer fuera del campanario. Se apresuró a salvar a la niña de una muerte segura y le dijo que corriese ladera abajo y se reuniese con el resto del grupo y ésta siguió sus indicaciones. Ambos buitres levantaron de nuevo el vuelo y comenzaron a dar vueltas en círculo alrededor del campanario donde se encontraba Dana. Tras unos instantes se lanzaron violentamente hacia ella. La chica se cubrió para preparar el golpe de las aves pero antes de que llegasen a ella unas ametralladoras acabaron con éstas a escasos metros del campanario haciéndolas caer en picado. La joven dejó de cubrirse, abrió los ojos y observó a lo lejos a cuatro personas a las cuales sonrió y alzó su mano con el dedo pulgar levantado. Eran Tony, Perla y los otros dos tipos que habían conseguido rescatarles del bar. Dana se apresuró a bajar de la iglesia y a reunirse con el grupo de gente en la plaza que quedaba en frente del edificio. Cuando llegó, su hermana la abrazó entre sollozos fuertemente.
—¡Dana! ¿¡Qué te ha pasado!? ¿¡Dónde estabas!? ¿¡Estás bien!?
—¡Sí, Perla, estoy bien! ¡Cuando me dejes de apretujar te cuento lo que ha sucedido! — Dijo en un tono alegre de broma. Su hermana se secó un poco las lágrimas y se soltó del abrazo permitiendo que Dana pudiese explicarse. — Me separé del grupo para atraer a unos zombis y que pudiesen llegar a salvo al pueblo, pero de repente me vi rodeada por ellos y esos dos chicos junto con el pescador me encontraron a tiempo y abrieron fuego contra ellos salvándome la vida.
—Eso explicaría la serie de disparos que escuchamos cuando estuvimos en casa de Noah. — Intervino Tony.
—Seguramente. — Contestó Perla.
Detrás de un muro aparecieron Noah y Linda. El joven había ido a ver el estado de su prima tras la caída. Sólo tenía algunas contusiones y podía andar con dificultad.
—¡Dana! Me alegro de que estés bien... — Le dijo Linda invitándola a abrazarse por el reencuentro.
—Bueno, ¿y vosotros quienes sois? — Preguntó Sergei a los que habían salvado la vida de su amiga.
—Él es Marius y yo soy Yolki. — Respondió uno de ellos. — Somos vecinos nuevos del pueblo.
—¿Y cómo que lleváis esas armas? — Siguió interrogando.
—Sencillo... Somos amantes de las armas. — Contesto con una frase seca. Los jóvenes que tenían un acento de alguna parte de Europa, se alejaron un poco de los demás para hablar entre ellos.
—¿Dónde está Mimí? — Preguntó Dana. — Le dije que viniese con vosotros.
—Aquí no ha venido... - Dijo una mujer de unos cuarenta y muchos años de edad. — Y... Me llamo Paula... — Añadió para presentarse al grupo.
—Dios santo... Le ha tenido que pasar algo... — Se dijo la chica a sí misma preocupada.
—Bien... Entonces somos... Diez personas... Perla, Dana, Sergei, Linda, Tony, los dos chicos nuevos, Paula, Celestino y yo. — Contó Noah. — Podemos hacer un dispositivo de búsqueda para encontrar a Mimí.
—Pero Noah, va a anochecer de aquí a nada, va a ser imposible encontrarla. — Inquirió Sergei.
—Mejor empezar lo antes posible. Dividámonos en grupos y que nadie en ningún momento se quede solo. Barreremos la zona del sur del pueblo.
—¿Y quién te ha dado a ti permiso para decidir sobre las decisiones del grupo? — Añadió Celestino en un tono agresivo.
—Nosotros. — Contestó Yolki por detrás apuntando al viejo con la metralleta. Celestino guardó silencio y dejó a que Noah prosiguiese con el plan.
—Bien los grupos serán los siguientes: Yo y Yolki, grupo uno; Perla y Tony, grupo dos; Dana y Marcus, grupo tres; y Celestino, Sergei, Paula y Linda seréis el grupo cuatro. Grupo dos, vosotros os encargaréis de buscar por las casas, vigilad detrás de las puertas. El grupo tres se encargará de buscar a Mimí por el camino de tierra que parte hacia el sur. El grupo cuatro se atrincherará en mi casa  dijo mientras lanzaba la llave de ésta a su prima — y nos esperará. Yolki y yo iremos a buscarla por el camino que baja al río.
—¡Yo no pienso quedarme parado esperando la muerte! — Se quejó el viejo.
—Celestino... El grupo cuatro cuenta con una lesionada y necesitan dos hombres fuertes que las protejan. — Le contestó Noah intentando convencerlo.
—¡Ni hablar! ¡Yo no me pienso quedar quieto! — Replicó. Noah quedó pensativo unos segundos intentando trazar una modificación viable para el plan.
—Ya lo tengo. De acuerdo, Celestino, usted quiere colaborar. Tú junto con Sergei seréis el grupo cuatro que buscará a la niña por las montañas del oeste y Paula y Linda pasarán a ser el grupo cinco. Paula, por favor, ¿sería mucho pedir que mirases las lesiones de mi prima?
—No hay problema. — Contestó algo tímida.
—Bien, pues en marcha. — Concluyó Tony.
*****

© Estrada Martínez, J.J. 2014

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