sábado, 16 de noviembre de 2013

"Tierra muerta: Génesis" - Capítulo 2


—¡Por aquí, niños! — Ordenó Dana.
    Dana y Sergei, dos chavales de 17 y 18 años del pueblo habían reunido a los benjamines de la zona para escapar por la rivera del río que atravesaba el gran cañón que quedaba al sur de la pedanía, al contrario que el grupo de mayores que había escapado por las vegas del norte. Este grupo huía por esta zona debido a que se habían divisado por donde los otros se fueron algunos pequeños grupos de infectados y el sur estaba deshabitado de humanos.
—¡Hey, Dana! ¡Adelántate, corre! — Le comunicó Sergei indicando que había alguna novedad por el camino. — Mira, el río ha tenido una gran crecida debido a las lluvias de los días anteriores y ha derribado el puentecillo de madera que comunicaba con el otro lado. No podemos continuar. — Le informó a la joven.
— Entonces… ¿Qué hacemos? ¿Volvemos al pueblo con cuidado y huimos por el norte como los otros? — Preguntó la chica para conocer la opinión del otro.
—Pues… No creo que podamos cruzar a los niños uno a uno, el río cubre mucho y la corriente es fuerte, sería un suicidio. — Recomendó el muchacho.
 —Bueno, pues si no queda más remedio tendremos que subir otra vez, ¿te encargas de vigilar por detrás y yo me encargo de guiarles por delante?
 —¡Claro! No hay problema. — Contestó Sergei, aunque odiaba la idea de quedarse el último debido a que si le pasaba algo estaba seguro de que todos lo dejarían atrás abandonándolo a su suerte por el bien del grupo, pero si iba adelante no tenían más remedio que socorrerle, pues no tendrían otra salida. Dana retrocedió por donde habían venido y fue informando en voz alta a los niños que parecían cansados y algunos, aventureros ellos, demostraban sus ganas de enfrentar a aquellos zombis.


Siguieron caminando por el sendero que conectaba el río con el pueblo con Dana a la cabeza. Pasado un tiempo caminando la joven observó que algo se movía entre la maleza y ordenó con un gesto de la mano que el grupo se detuviese. Tomó el bastón que llevaba como arma – aparte de que le servía para deshacerse de las serpientes con las que se pudiesen encontrar – y se acercó sigilosamente a la vegetación. Todos observaban con tensión y atención la escena, entonces Dana clavó el palo en el lugar donde procedía el ruido… La agitación dentro de las ramas comenzó a ser más violenta y de repente salieron de ella un grupo de pájaros que abandonaron el lugar volando. Todos suspiraron de alivio y decidieron continuar el camino.

—¡Aaaah! — Se escuchó a Sergei gritar nada más emprender el paso. Un infectado había salido de alguna parte de su escondrijo y se había lanzado sobre él e intentaba morder su carne mientras el joven evadía los mordiscos que él recién aparecido lanzaba al aire. Raudamente Dana corrió abriéndose paso entre los niños y consiguió llegar hasta Sergei y con el impulso del sprint golpeó con fuerza la cabeza del zombi apartándolo de encima del muchacho dejándolo aturdido. 
—¿Estás bien? — Se preocupó Dana por el estado de salud de Sergei.
—Sí, no me ha llegado a herir, gracias. — Le contestó levantándose.
Dana se giró hacia el extraño ser mirándolo desafiante mientras este conseguía ponerse en pie. Cuando lo consiguió, sus miradas se cruzaron – la mirada de ira de la joven y la mirada de ansia del infectado – y la chica, sin pensárselo dos veces le atravesó la cabeza por la frente con el bastón deshaciéndose así del zombi.  Extrajo la parte de la vara que había introducido por la cabeza del muerto y éste cayó al suelo desplomado, acto seguido se giró para volver a ponerse la primera del grupo de los diez niños y continuó caminando mientras todos seguían un poco en shock por el suceso que acababan de presenciar viendo la sangre fría de la muchacha con la que había eliminado al zombi.


*****

Poco a poco comenzó a sentir las partes de su cuerpo y sintió que la claridad del sol crepuscular acariciaba sus párpados. Abrió los ojos aún aturdido con un dolor débil pero intenso en la parte trasera de su cabeza. Reconoció que se hallaba dentro de alguna casa al ver un techo de madera sobre él. Estaba tumbado en un pequeño sofá en el cual no cabía estirado.
—Vaya, por fin has despertado, has tardado poquito pero estábamos preocupadas. Sentimos haberte atacado de esa manera, creíamos que eras un zombi de esos.
La voz femenina que le había hablado le resultaba familiar a Noah, giró su cabeza lentamente y consiguió reconocer a su prima Linda, de unos treinta y pocos, con su gran sonrisa característica.
—¿Qué ha pasado? ¿Ha sido todo un sueño? — Le preguntó el muchacho.
—Lamentablemente no… Te hemos dado una buena tunda. — Le informó su prima. —¿Qué recuerdas?
—Pues…— comenzó a contestar con algo de dificultad- Atropellé a alguien en la carretera, se puso furioso y lo maté. Era... ¡Era Henri! Luego está borroso y… ¡Ah! También recuerdo como un zombi en la cochera de mi abuelo…
—Como suponía, si venías así de preparado ya habrías descubierto lo que está pasando. Todos se están convirtiendo en muertos vivientes, como en esas películas de terror.
—Y… ¿Y por qué no has escapado? ¿Y los tíos? ¿Estáis todos bien? — Preguntó agitado el joven.
—No… Toda mi familia… Ha caído en garras de ese extraño mal que se está esparciendo cada vez más… Están en mi casa… No les he podido matar… Aunque ya estén muertos… — Le contestó su prima cabizbaja sintiendo en su interior una pena enorme por los suyos.
—Lo siento… — Se compadeció Noah.
—-No pasa nada… Ya no hay más remedio, ahora toca sobrevivir. No he escapado por quedarme a ayudar a tu amiga Perla a luchar contra los infectados hasta que consiga regresar su hermana.
—¿¡Perla y Dana están vivas!? — Cuestionó con entusiasmo.
—Sí, Perla ahora está en la cocina preparando provisiones. Dana se ha marchado hacia el sur con los niños del pueblo para evitar que fuesen infectados, pero antes de que fuese tan grave la situación nos hemos topado con un pescador que subía por otro camino del río, por el cual ellos no habían ido. Nos ha dicho que es imposible salir por el sur, ha habido una enorme riada y tardarían varios días en llegar a otro puente por el que se pudiese cruzar con garantías de sobrevivir, es lo que tiene estar en este pequeño pueblo aislado del mundo. — Concluyó la joven.
—Entonces… ¿Dana vendrá aquí?
—Sí, el pescador nos dijo que confiásemos en él, que buscaría al grupo y los traería a esta casa.
—Ahora que lo recuerdo… Me topé con un grupo de gente en el cual estaba su madre y me dijo que las llevase sanas y salvas a su casa en la ciudad, huían por el norte.
—Sí, algunos escaparon y otros nos quedamos para erradicar la extraña epidemia y que esto no vaya a más, pero… Se nos ha ido de las manos… Sólo nos queda huir y pedir ayuda seria.
—¿Queda mucha gente “sana” en el pueblo?
—No lo sé… — Dijo, quedándose luego pensativa y tomando aire para continuar.- Antes, en la reunión en la plaza había mucha gente pero creo que casi todo el mundo está muerto… O zombificado, no lo sé.
—Deberíamos tocar la campana de la iglesia para reunir a la gente y unir fuerzas. Tendríamos que esperarlos en la puerta y luego reunirnos en un lugar central, como el bar. — Sugirió el chaval.
—Sí, esa es una buena idea, pero hay que ir con cuidado, y las campanas podrían llamar la atención de los infectados, aunque como es un sonido tan alto quizás no sepan exactamente de dónde venga.
—¡Vaya! ¡Veo que has despertado! — Dijo Perla al entrar por la puerta del comedor.
—Sí, me alegro de verte… Sana... — Contestó sonriente el joven.
—Yo también me alegro de verte… No tan sano, pero sí a salvo. — Bromeó con una sonrisa.
—Me sorprende que podáis sonreír con la que está cayendo. — Comunicó el chico.
—En estos momentos difíciles creo que una sonrisa no viene mal… Hemos perdido a muchos…— Dijo la recién llegada a la estancia.
—He visto a tu madre abandonando el pueblo, me ha pedido que os lleve de regreso a la ciudad.
—No me iré sin mi hermana. — Contestó en un tono secante.
—Es normal… — Replicó el chico.
—Oye… Noah… Es una curiosidad que tengo… ¿Cómo has podido matar a esas dos personas… o zombis? ¿No te ha dado rechazo al conocerles? — Le preguntó su prima.
—Pues la verdad es que sí y más o menos fue por necesidad… O ellos o yo. Y ahora que lo pienso, si son seres queridos mejor darles un descanso digno y no que vayan por ahí merodeando como muertos vivientes para que los mate cruelmente cualquier desalmado. — Contestó Noah explicando sus experiencias y su opinión respecto al asunto.
—En cierto modo tienes razón… Suena cruel decirlo así, pero mejor morir a manos de un ser querido que no de cualquiera… — Comprendió su prima. Esto le hizo replantearse si volver a su casa y acabar con los suyos, aunque no sabía cómo.
—Pues yo no creo que esa sea la solución. Seguro… ¡Seguro que tiene que haber alguna cura para todo esto! — Intervino Perla de mal humor oponiéndose a los dos primos.
—Perla… Sé que es duro… No te pongas así… Yo… Antes de venir aquí he tenido que deshacerme con la pistola de mi padre de unos cuantos infectados. Les disparaba al corazón, en el abdomen, y era como si no sintiesen nada… Ya no son humanos… Son muertos que caminan para alimentarse de personas… Y cada vez son más, el contacto salival con la sangre hace que te infectes, o eso he podido observar… — Le explicó Linda.
Perla miró hacia otro lado y se volvió a la cocina.
—Tiene que asimilarlo… — Se volvió Linda hacia Noah para dar explicaciones a alguien que la comprendiese.
—Lo sé… ¿Y mi escopeta, rastrillo y tapa? — Cambió de tema el chico.
—En la cocina. Venías bien armado, ¿eh?
—Sí, voy a por ello y a explicarle a Perla el plan de la reunión.
—De acuerdo, yo me quedaré en este cuarto mirando por la ventana por si hay algún problema o aparece Dana.
—Vale, gracias. — Concluyó Noah con una sonrisa agradecida hacia su prima.


El joven salió del cuarto de estar y entró en la cocina donde Perla seguía preparando provisiones. Cogió sus cosas y se colocó tras la joven de 23 años para hablar con ella, pues ésta no quería dirigirle la mirada.
—Perla… Yo… Siento mucho por lo que estás pasando… Seguro que Dana aparece de un momento a otro…
—No te preocupes… Estoy bien… Aún mantengo la esperanza, pero no paro de pensar en lo peor…
Noah abrazó a su amiga transmitiéndole calma, cuando de repente se escuchó un golpe en el piso de arriba, como si algo pesado se hubiese caído.
—¿Qué ha sido eso? — Preguntó el chaval.
—No ha sido nada. Yo no he oído nada. Parece que te ha afectado el golpe que te has llevado. Por cierto, fui yo la que se abalanzó violentamente sobre ti, lo siento.
—No te preocupes, ya estoy bien y me habéis cuidado de maravilla. — Dijo extrañado y queriendo creer la versión de su amiga, cuando de repente se volvió a escuchar otro golpe. — ¡Perla! ¡No me digas que ahora no has oído nada! — Noah se desprendió del abrazó y se dirigió al piso de arriba.
El muchacho recorrió el comedor para dirigirse a las escaleras mientras Linda lo miraba con tristeza y Perla iba detrás de él para detenerlo.
—¡Para, por favor! ¡No subas! — Le suplicó su amiga.
Noah la observó con una mirada seria y reanudó su camino.
—¡Detente, Noah! — Volvió a insistir la joven.


El chico llegó a la planta superior y se detuvo frente a una puerta que estaba cerrada. Éste la abrió y frente a él no se encontraba ni más ni menos que la abuela de sus amigas, o al menos… Lo que quedaba de su auténtico ser… Estaba infectada.
La mano de Perla se cruzó entre el chico y el vano y cerró la puerta antes de que su abuela pudiese salir de allí.
—Por favor… No lo hagas… — Pidió la chica una vez más.
—Perla… Ella ya está… Muerta… — Le dijo Noah.
De los ojos de la joven emergieron lágrimas de dolor e impotencia ante la situación.
—Tú ya lo sabes, has visto su cuello, tiene toda la zona de la yugular desgarrada, si existe una cura, en cuanto se sane morirá.
—Fue… Fue una de las primeras personas en ser infectadas. Mi madre, mi hermana y yo la subimos aquí para que reposase hasta que encontrásemos ayuda, pero mi madre decía lo mismo que tú, ya la daba por muerta… Yo me negué a que acabasen con ella… Las dos estaban en mi contra, pero respetaron mi opinión… ¿¡Quién eres tú para decidir sobre mi familia!? — Le gritó sollozando la joven al chico. — ¡Tu prima me ha respetado! ¿¡Por qué tú no!?
—Perla… Yo no seré quien la mate…- Noah se desató de la espalda la escopeta de su abuelo, le quitó el seguro y se la entregó a la chica. — Ya sabes lo que hay… Ahora tú decides… — Concluyó el muchacho bajando las escaleras.
La chica se quedó con la escopeta cargada en las manos. Noah llevaba razón, si existía una cura su abuela no sobreviviría y sería peor que sufriese conscientemente, además si lo hacía no tendría que rendirle cuentas a nadie, pues ya conocía la opinión de su familia y de sus amigos. Estaba decidido, no había otra salida. Temblorosa agarró bien la escopeta para estar preparada para disparar y agarró el pomo de la puerta. Giró lentamente meditando unos últimos instantes, pero finalmente la abrió y vio a su abuela cual perro rabioso a punto de atacar. Perla la apuntó lentamente aún temblando y se dispuso a disparar, pero no pudo, no podía, era su abuela, quien la había criado, una de las personas más importantes en su vida. Finalmente la anciana se abalanzó sobre ella y las dos cayeron al suelo. Noah y Linda al escuchar el ajetreo subieron corriendo las escaleras y hubo un forcejeo entre Perla, su abuela y Noah. Linda observando la situación un poco apartada decidió actuar por el bien de todos y cogió la escopeta , la cual había caído al suelo y sin pensárselo dos veces disparó a la abuela de la chica en la cabeza, matándola en el acto.


El cuerpo de la infectada cayó inerte sobre su nieta y Noah la apartó para ayudar a su amiga a ponerse en pie. Cuando se reincorporaron, el chico se dio cuenta que las dos muchachas estaban en un leve estado de shock.
—Lo… Lo siento… No tenía que haber sido yo… — Se disculpó Linda.
—Vamos abajo… — Sugirió Noah, casi sonando como una orden.
—Gracias… — Dijo Perla aún asustada y conmocionada.
Todos bajaron a la cocina y se tomaron un respiro después de lo sucedido. Finalmente Linda se incorporó y tomó la iniciativa de romper el silencio.
—¿Quieres que te ayudemos a enterrarla? — Sugirió.
—No… No es momento de ponerse a enterrar gente… Aunque me duela, es mejor así.
    -Creo que va siendo hora de ejecutar nuestro plan de reunir al pueblo para trabajar en equipo. — Comentó el joven.
—Las llaves del bar y de la iglesia las tiene guardadas la hermana de mi abuela en su casa, tenemos que atravesar casi todo el pueblo. — Dijo la anfitriona.
—¿Están…? — Dejó caer el chico la pregunta en el aire.
—Mi tía, su padre y mi primo sí… Fueron infectados, pero mi prima y la hermana de mi abuela lograron refugiarse en su casa.
—¿Y el padre de tus primos?
—No lo vi, no sé que ha sido de él.
—Bueno, pues será mejor que nos pongamos en marcha. — Incitó Linda.
—Un momento, hay que prepararse, cogeré algo con lo que nosotras podamos defendernos.
—Bueno yo tengo la pistola de mi padre.
—Sí, pero no querrás atraer a más zombis con el ruido de un disparo.
—Tienes razón, trae algo que sirva como arma blanca.
Perla se dirigió hacia el sótano de la casa y regresó con un par de hachas y una palanca.
—¿Cuál quieres? — Le ofreció a Linda.
—Mmmmm… La palanca está bien. — Eligió mientras se la cogía de las manos. —Además, yo tengo una pistola, mejor que tú lleves dos hachas.
—Creo que mi tío guardaba una escopeta más para ejército que la de mi abuelo, que es para caza menor. Podríamos ir a mi casa de camino y cogerla. — Sugirió Noah.
—Está bien, de todas formas tenemos que pasar por ahí sí o sí. — Concluyó Perla mientras abría la puerta de la casa indicando que ya era hora de marchar.


*****

A mitad de camino, antes de una bifurcación, el grupo de Dana, Sergei y los diez niños se mantenían escondidos tras una curva debido a que en el cruce de senderos habían visto a tres zombis. Ahora estaban trazan un plan para poder esquivarlos sin tener que enfrentarse a ellos y no poner en peligro la vida de los niños.
—Bien… Entonces éste es el plan: Yo les entretendré y me los llevaré por otro camino, cuando hayan abandonado la bifurcación asegúrate de que todos los niños pasen. Iré por el camino más complicado pero por el que se llega antes al pueblo, tu ve por el fácil, que aunque sea más largo te será más sencillo hacerte cargo de ellos. Sé un líder, que no te vean flojear. — Comentó susurrando Dana a Sergei para evitar que los niños escuchasen la conversación.
—De acuerdo… Pero tú… ¿Estarás bien? — Se preocupó Sergei.
—Sí, cuando lleguéis a la parcela que da paso al camino del río yo ya estaré allí, los zombis no pueden pasar por donde yo lo haré, son demasiado torpes.
—Está bien, pues entonces hagámoslo.
—Chicos, tenéis que hacer caso a Sergei en todo momento, ¿vale? Yo tengo que hacer unos asuntos, os prometo que cuando me reencuentre con vosotros iremos a cazar zombis. — Susurró lo suficientemente alto y cautelosamente para que los infectados no la escuchasen y los atrajera hacia el grupo. Dana se adelantó y salió al cruce.
—¡Hey, vosotros! ¡Cachos de carne podrida! ¿Tenéis hambre? ¡Mirad que buena estoy! — Gritó la joven para llamarles la atención. Una vez conseguido los muertos vivientes fueron a por ella y ésta se marchó por uno de los caminos de la bifurcación. Sergei observó escondido hasta que se marcharon y ordenó al grupo de niños seguir la marcha por el camino indicado por la chica.
Dana guiaba a los zombis por un camino angosto que llevaba a un muro que tendría que escalar para deshacerse de ellos, pero cuando por fin divisó dicho elemento, se dio cuenta de que había otros dos infectados delante de la pared de piedra y entonces se detuvo en seco.
    —Mierda… ¿Y ahora qué? — Murmuró para sí misma. No podía ni avanzar ni retroceder, estaba perdida. Los dos zombis cercanos al muro se dieron cuenta de su presencia y se dirigieron hacia ella. Dana miró hacia atrás y vio como los tres a los que había guiado cada vez estaban más cerca. No había nada que hacer… La muchacha se sentó en el suelo agarrándose las piernas a esperar el momento en el que fuese devorada por las bestias.

*****

© Estrada Martínez, J. J. 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario